Born to be wild

Hoy es uno de esos días en los que me siento parte de otro mundo, quizá otra dimensión. La verdad, es una de esas clásicas noches en las que me da por analizar y comparar y reflexionar… ya sabéis.

El pasado fin de semana, estuvieron llamándome. Yo no tenía móvil, así que no contesté. El lunes volvieron a llamarme. Como he cambiado de teléfono, no tenía el número que me llamaba, así que contesté para ver quién demonios me llevaba llamando como 20 veces seguidas entre el sábado, el domingo y el lunes. La contestación me dejó alucinada:

«Tía, te necesito, te necesitamos urgentemente».

Ese ha sido el comienzo de una conversación telefónica que me ha dejado en la lengua un ligero sabor agridulce. Una pequeña empresa se está formando en León. Es una empresa muy pequeña, apenas cuatro socios, pero tienen altas aspiraciones. Resulta que les dejó colgados su diseñador (muy malo, por cierto) y no pueden continuar con el proyecto. Así que me pidieron ayuda como «experta» en diseño y desarrollo web.

Horas de conversación les ha llevado a ofrecerme el 10% de la empresa y un puesto como socia, diseñadora y asesora web. Me ha gustado. Hoy he escuchado cosas como: «esta chica entiende«, «escúchala que tiene razón» y otras frases del estilo que me han hecho pensar y recapacitar sobre todo lo que está pasando a mi alrededor.

No hace mucho he descubierto que una revista sobre desarrollo y 2.0 publica mis twitts de vez en cuando y, aunque Epi y Blas no parezcan tener muy claro qué hacer conmigo, me he dado cuenta de que no me importa. No me interesa siquiera saber si piensan ofrecerme un contrato o no.

No. Creo que no. Creo que me gusta más tratar con gente más joven, con gente que realmente necesita de alguien que pueda ayudar. Me gusta más la perspectiva de poder hacer algo por otras personas que la de ser una mandada de gente con las ideas suficientemente claras. Siento que el mundo de los «expertos» es un mundo en el que no tengo mucho sitio. Tal vez sea cuestión de miras o de perspectiva.

Me siento diferente. Siento que estoy abandonando poco a poco la laguna oscura en la que estaba perdida y que, casi sin quererlo, estoy haciendo mi propio camino.

En general, me he dado cuenta de que no tengo mucho que ver con la mayoría de los chicos que conozco aquí. Realmente, siento que tengo que hacer las cosas por mí misma. Por un lado, soy demasiado joven y tengo una perspectiva profesional y social de mi entorno que no casa demasiado bien con la de la gente «adulta» y «experta» en la materia y, sin embargo, estoy convencida de que las cosas que creo, que quiero, siento y deseo hacer son posibles y tienen mucho más futuro que el laberinto de conceptos modernos en el que mis compañeros profesionales están perdidos.

Por otro lado, tampoco pertenezco al mismo mundo del que vengo, al mundo al que pertenecen aquellos que alguna vez fueron mis amigos. Con este proceso de maduración he aprendido una lección muy valiosa: cuando eres pobre, tu familia son tus amigos, la gente de tu misma clase social; pero cuando luchas para salir de tu estado, toda la gente que no quiere luchar acaba repudiándote por dejar de ser como ellos.

Lo siento. Yo no nací para quedarme donde estaba. Sé que la vida puede darme y ofrecerme mucho más de lo que tengo, sé que puedo hacer grandes cosas, con o sin patrocinadores, con o sin ayuda, con o sin los que fueron mis amigos alguna vez. No soy de las que se quedan sentadas preguntando por qué, no. Creo que no voy a volver a pensarlo nunca más. Necesito sentirme libre como me siento ahora, necesito sentirme capaz y necesito ser quien quiero ser, indistintamente de las personas que tenga  o no a mi alrededor para apoyarme.