La Bella, la Bestia y el Jardín de las Delicias IV

IV. El Jardín de las Delicias

Bestia cometió varios errores… confió en la Bella sin creer en la posibilidad de que fuera bruja, dejó su mercancía en mi poder y, por alguna extraña razón, se apiadó de mí tras el último encuentro. No sé si realmente en algún momento llegó a sentir algo por mí o si quiso ser un caballero o si, de alguna manera, decidió intentar dejar un cabo suelto por si a caso… pero, la cosa es que me llegó una llamada de un cliente suyo que quería comprarme flores.

Fui a hablar con el cliente en cuestión y me compró una cantidad grande, además de pagarme la deuda que le había dejado a Bestia. Me contó que le había llamado para decirle que me pagara a mí, que me comprara a mí y que a partir de entonces hacía yo los negocios. Supongo que estas llamadas sucedieron justo antes de que abriera la bolsa, ya que me dio tiempo a cobrar y negociar justo antes de las amenazas de su mujer. También me dijo que había llamado por teléfono para alquilar el piso que habíamos estado mirando para nosotros con el propósito de dejar allí a su mujer para levantar una empresa nueva… pero no va a poder ser.

Porque mientras Bestia descubría que su mercancía ya no estaba y su mujer me mandaba amenazas, en lugar de quedarme en casa a contestar el teléfono, me dediqué a movilizar mi mercancía, a hacer dinero para la entrada del piso y a negociar con el propietario. Se lo había prometido a Bestia, me decía, y le tenía miedo…

¿De qué?, le preguntaba yo, no tiene trabajo, ni coche, ni dinero, ni siquiera es una persona formal con credibilidad ante la ley. Yo soy una mujer joven, limpia, educada, fina, inteligente, con trabajo, buena imagen, me quieren en la sierra las personas importantes y tengo dinero… no te voy a dar problemas nunca. Además, puedo pagarte el primer mes ahora si me traes el contrato.

Pero había un problema, no podía hacerlo sola. Y justo cuando empezaba a plantearme cómo podía hacer las cosas bien… me llamó un duende y me preguntó qué tal me iba. Un amigo común me contó que estaba en el paro. Así que estuve hablando con él.

Nos conocía… conocía a Bestia, me conocía a mí, había formado parte de la cuadrilla y se había quedado con ganas de venir. Cobra algo de paro, pero no es suficiente para poder venirse. Y se lo vendí: vente, le dije, tengo 2.000€ en flores para pagar el piso, ya tengo el piso y he pagado el primer mes; tú tienes el paro, yo tengo mi trabajo, y el piso tiene la luz trucada… tengo un amigo en común que nos va ayudar a montar los invernaderos y tengo contactos para sacar la carga al por mayor. Podemos vivir bien un par de años, hacer dinero, y empezar una vida nueva.

¿Y qué pasa con Bestia y su mujer? Ellos también quieren hacer lo mismo.

Bah… no van a venir. Y si vienen, no sufras, sé cómo hacerles frente. Ya lo he hecho más veces.

Y es cierto… ya lo he hecho más veces. Porque resulta que todo el conocimiento está en mi cabeza, sólo tengo que gestionarlo, que concentrarme y que escuchar mi propia voz. Bestia y su señora fueron tan absurdos que dejaron en mis redes sociales demasiados mensajes amenazantes, demasiado texto que se volverá en su contra en caso de tener un problema. Son personas con antecedentes penales que no forman parte de mi bosque. En caso de que se presentaran aquí a buscarme un lío… bueno, yo vivo aquí, básicamente el juez determinaría que tras las amenazas, venir a buscarme sería claramente una intencionalidad y un par de denuncias a tiempo forzaría al fiscal a obligarles a pactar para que no fueran a prisión y  me darían la oportunidad de seguir accediendo a ficheros de protección a las víctimas de violencia.

Bestia se asustó un día que le conté cómo me había librado una vez de un tipo como él que intentó lo mismo. Se asustó tanto que, quizá por eso, envió a su mujer pensando que ella me daría miedo. Y sí, su mujer es enorme, pesa como 90 kilos y seguro que si se me presenta me deja hecha un cromo, pero igualmente sólo me daría el material que necesito para meterle una denuncia, ya que ella también tiene antecedentes suficientes como para ir a la cárcel. En algún momento, las amenazas de la susodicha cedieron en mi teléfono. O bien él se ha dado cuenta de que se la está jugando gratuitamente, o bien la tipa se ha aburrido.

De modo que, sin olvidar que todavía es posible que resurjan como una pequeña molestia, el duende y yo lo hemos hecho: hemos iniciado una empresa para vender formalmente las Flores del Jardín de las Delicias de la Reina Titania Elfine.

¿Quién sospecharía de una ayudante de cocina joven y solitaria que borda con las ancianas, baila folk, nunca sale de bares y participa en actividades y talleres para los necesitados intentando animar y hacer prosperar el entorno rural? La droga es un negocio de hombres grandes, brutos, sucios y salvajes, de gente fea y tóxica… no de señoritas delicadas, finas, formales… ¿qué puede salir mal?

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