Aker: un pacto con el diablo

La oscuridad es como las sectas o como las mafias… tú no la buscas, ella te encuentra. Hay un camino, una senda, apenas un atisbo de arena mezclada entre la espesura de la maleza. A lo largo de una vida son muchas las pistas que te llevan a la orilla de la vereda de la sociedad y, cuando te quieres dar cuenta, detrás de una mariposa acabas cayendo, como Alicia tras su conejo blanco, en un agujero que te lleva a una realidad completamente diferente a la que te habían contado.

¿Hasta dónde es real el mundo tal y como lo conocemos? Esa es la pregunta que mueve en origen la curiosidad de quienes se aventuran en busca de respuestas al otro lado de las tinieblas. ¿Existe un Matrix en la vida real? ¿Cuánto hay de verdad en lo que nos cuentan en la televisión, en las películas, en las novelas y en los telediarios de todas esas gentes que hacen tamañas locuras en países que casi ni siquiera parecen los nuestros? ¿Es posible que todo lo que ocurre en el telediario sea ficción? ¿Qué es cierto y qué son cuentos de viejas?

Tal cual Platón lo había descrito en su ‘Alegoría de la caverna‘, cuando tenemos la fortuna de nacer y crecer en una sociedad privilegiada de clase media o media-alta, crecemos escuchando cuentos y leyendas, historias y lecciones que nos dan desde pequeños las pautas para distinguir qué es malo y qué es bueno. Nos cuentan que en la oscuridad habitan los monstruos y que hay seres y criaturas temibles acechando en cada rincón allá a donde no quieren que miremos. Nos dicen que no podemos salir solos a la calle, que hay monstruos que matan, monstruos que envenenan, gente peligrosa, gente que nos hará daño y gente que malvive y que puede arrastrarnos… y nosostros creemos en lo que nos enseñan porque sus explicaciones se apoyan en ejemplos gráficos emitidos por la televisión y por la prensa. Lo vemos en las películas, aprendemos a distinguir a los malos de los buenos y aprendemos a caminar por el camino de baldosas amarillas sin salirnos para alcanzar, algún día, la codiciada Ciudad Esmeralda.

Pero lo que nos enseñan no son más que las sombras proyectadas de una realidad distorsionada por aquellos que llevan las riendas del mundo capitalista. ¿Quiénes son esas personas? ¿Por qué nos hacen creer que las cosas sólo pueden ser de una manera? ¿Por qué no se les cuestiona? ¿Quién decide quiénes son monstruos y quiénes no?

Aker… un pacto con el diablo.

Dispuesta como he estado siempre a encontrar lo que se oculta tras el rayo de sol de las masas, mis pasos me guiaron fuera del camino. Si bien el Jardín de las Delicias fue un experimento fallido que no me llevó a cumplir con mis propósitos sí que me enseñó una lección muy valiosa: si quería entrar en el submundo, tenía que buscar mucho más allá.

Quizá por suerte o por destino y dado que la vida me ha enseñado a distinguir verdades, mentiras y qué cosas son superficiales de qué cosas no lo son, finalmente apareció en mi camino el demonio… o uno de ellos.

La cosa es que para acceder a ese mundo hay que formar parte de él. El reino de los vicios, de los poderes oscuros, el lugar en el que se ven y se mueven las cuerdas que dinamizan la sociedad tal cual la conocemos, es un mundo cerrado al que tienes que pertenecer. No es fácil entrar, nada fácil. Hay que ser paciente, has de tener actitud, capacidad, un recorrido de aprendizaje y, sobre todo, estar dispuesta a sufrir y a penar. Porque en el mundo oscuro hay que pagar precios muy altos y hay que afrontar consecuencias muy altas.

No sé cómo fue, pero en algún momento, todo el ruido que fui haciendo acabó surtiendo su efecto y atraído por el sonido de mis pasos finalmente me encontró el demonio en cuestión. Hicimos un primer trato mercantil, mi dinero, su sustancia y a ver qué pasa.

«Vuelve, cuando hayas recuperado tu dinero«, me dijo al terminar la transacción.

Y no tardé mucho en volver con mi dinero recuperado para repetir la operación.

«¿Quieres más?«, me preguntó sibilino. Sonreí decidida y me suministró cuanto necesitaba para cumplir con mis propósitos.

Podía hacerlo, estaba tan segura, que el mismísimo demonio me creyó y me puso a prueba. Y la superé. No sólo recuperé el dinero, sino que saqué exactamente lo que él me pidió. Y volví a por más. Una y otra y otra vez… hasta que todo cogió ritmo y doblé.

«Sígueme y te haré perfecta«, me dijo un buen día.

Lo miré a los ojos y supe que el pacto iba en serio. Su mirada, tan decidida como la mía, su alma tan negra y oscura como la mía… y su coraza… tan impenetrable como la mía.

Cuando me ofreció el acuerdo tuve dos cosas muy claras. La primera, que puedo hacerlo, que soy lo suficientemente buena como para seguir sus pasos y sus instrucciones y cumplir con todos los objetivos que me proponga. La segunda, que la única razón que me hacía atractiva era que mi coraza y mi mirada eran tan impenetrables y seguras como las suyas, eso llamó su atención. Y comenzó mi adiestramiento, un entreno a través del cual él busca quebrar mis escudos y mis refuerzos y a veces cree conseguirlo, a veces me deja creer que lo he conseguido yo. Y en la lucha por averiguar cuán duros podemos llegar a ser y cuánto poder ostentamos, poco a poco comienza una etapa de construcción de algo que aun no puedo definir.

Ya no estoy jugando. De pronto veo las patrullas, veo los coches y el peligro acechando en cada esquina. Cada vez que me siento a tomar café en un bar y dejo el bolso sobre la barra y un madero se sienta a mi lado y pide un café siento el impulso terrible de apartarlo. Y, sin embargo, he aprendido a mantener la calma. He aprendido a cerrar la boca en determinadas situaciones, a no dar pistas, a no tener razón, a no ser nadie… y mientras tanto, sigo superado fases y sigo midiendo mis fuerzas con el demonio en un pulso interminable que agota mis energías.

Aker… sé que cuando se pacta con el diablo sólo hay dos posibilidades: o ganamos los dos, o seré yo quien pierda porque un diablo que es diablo nunca pierde una partida. Él siempre gana. Ha llegado el momento de poner a prueba mi capacidad de seducción, mi encanto, mi candor y mi mente manipuladora, mis refuerzos adquiridos, mis pruebas pasadas, todo lo que me ha llevado a ser quien soy. Por primera vez en toda mi vida siento que todos estos años he estado entrenándome para esto. ¿Superaré la prueba? ¿O acabaré metida en un buen lío? ¿Gobernaré junto al demonio? ¿Me veré obligada a huir? ¿Podría huir en caso de que las cosas se torcieran? ¿Qué es verdad y qué es mentira? ¿Hasta dónde confiar en él? ¿Merece la pena apostar y resistir? ¿Será un farol o tendremos la mano ganadora alguno de los dos? Y mientras tanto… lo único que puedo hacer es disfrutar de la pequeña historia que hemos escrito para darle vida al guión.

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