El elemento disruptivo de Elías Canetti

Elías Canetti escribió una cosa que se llama Masa y Poder en 1960.

Su planteamiento viene a definir que el hombre (supongo que como ser humano, como individuo en sí) teme todo aquello que le es desconocido. Es por eso que, como personas, tendemos a vivir aislados, refugiados en todo tipo de barreras y refugios donde sentirnos protegidos. Hoy por hoy, eso se podría traducir como nuestro espacio de intimidad. Pero no estaríamos hablando de una teoría de masas si nos refiriésemos sólo a la forma de vivir aislados unos de otros, ¿no os parece? En realidad es más como una zona de confort.

Elías explica que el temor a lo desconocido es algo de lo que nos libramos sumergiéndonos en masas, en grupos, en pequeñas sociedades en las que dejamos de tener miedo unos de otros porque dentro de ellas cada individuo pierde su identidad personal para formar parte de un todo en el que se siente seguro, un lugar en el que todos somos iguales. Llamémosle familia, asociación, pueblo… ¿veis por dónde voy?

El problema que tiene esa especie de homogeneización del grupo es que se desarrolla un mecanismo de defensa terrible que consiste expulsar y atacar a todos aquellos seres que destacan sus diferencias por encima de las de la masa desafiando las normas no escritas pero aceptadas, se cree que ello conlleva conflictos dentro de la estructura y la estabilidad del grupo seguro.

De modo que por no crear conflictos, crean conflictos con las personas que somos distintas y nos vemos constantemente expulsadas de todo grupo cerrado sólo por ser diferentes.

Dentro de las masas, cada individuo en sí mismo arrastra sus propias cargas personales. Pero en lugar de compartirlas para establecer sistemas de colaboración, la mayoría de los individuos temen perder su estatus, su poder, o la ilusión de los micro poderes que creen que tienen dentro de su pequeña sociedad autorrecreada dentro de la falsa idea de lo que es la vida, por ejemplo, en un pueblo durante las vacaciones de verano.

Para la mayoría, es más poderoso el pánico a perder el estatus o el reconocimiento imaginario que sólo poseen dentro de su micro masa, que la necesidad de resolver problemas reales. Por ello, se establecen y se regulan dogmas no escritos que consisten en atacar con saña y fiereza a quienes ponen en peligro la estabilidad de sus vulnerables e inestables mundos ilusorios en los que se refugian para aislarse de los miedos que no desean enfrentar.

Para una masa cerrada es mucho más fácil emprenderla con quienes no aceptamos su estado de abnegación endémica que pasar por el tránsito de reconocer y curar la epidemia sociopolítica que les lleva irremediablemente a la decadencia y el declive.

Y ahí estoy yo: entre los enemigos de las masas, el elemento de disrupción.

¿Mi pecado? Tener la capacidad de emprender lo que se me haya antojado, a veces siendo dura, a veces amable, comprensiva o fría… mi capacidad de adaptación y aprendizaje me ha convertido en la enemiga pública número uno de una sociedad que se ve amenazada por los cambios que mi desarrollo personal puedan llegar a suponer.

Los individuos divergentes tenemos el poder de remover las conciencias entre los individuos descontentos con las normas pautadas, podemos provocar que el poder se desestabilice haciendo que otros decidan desvincularse para vivir por sí mismos.

Y, desde luego, los más peligrosos, no son los que vienen de fuera… sino aquellos que nos integramos. Yo no formaba parte de la masa original que era mi pueblo, pero me colé y, de alguna manera, consiguiendo todo lo que conseguí sin apenas recursos menoscabé la autoridad de muchos que gobernaban las tierras con mano de hierro a la orden del «porque sí».

Supongo que actualmente me encuentro atrapada en una persecución hostil promovida por lo que E. Canetti llama «una masa de acoso» en la que «los poderosos arrojan a una víctima a la masa para interrumpir su crecimiento».

Lo que la masa no sabe, es que a veces derrotarla es tan fácil y tan simple como encontrar el elemento hostigador y sacarlo de la ecuación.

Como Ridick dijo una vez: «mi problema es que me había civilizado demasiado«

Lo siento, gente de pueblo, pero algunas personas hemos crecido sin tierra y sin casa y estamos acostumbradas a ser nómadas. Conozco mis derechos, conozco mis posibilidades, conozco los límites que no podéis cruzar contra mí. Vosotros sólo conocéis lo que os han metido en la cabeza y ni siquiera la habéis sacado del círculo para leer o investigar otras cosas más allá. Está bien tener una guía o una referencia, ojalá yo hubiera tenido un círculo, una familia o un hogar, pero no está bien depositar toda tu fe en personas que nunca sabes cuándo van a corromperse y van a obligarte a vivir aceptando lo inaceptable sólo porque te han convencido de que tiene que ser así.