V de Vendetta: pacto con el diablo

«El amor es como la lactosa. Sencillamente, algunos somos intolerantes y nos sienta mal«.

Un amor truncado es como un pacto con Satán. Es una herida vieja que no termina de cicatrizar nunca jamás. A veces, con el tiempo, es como si se cerrara poco a poco, parece que deja de doler, deja de sangrar… o, sencillamente, nos acostumbramos a ella de la misma manera que un tullido se acaba acostumbrando a su nueva condición física (sin ánimo de ofender).

Sin embargo, esa herida no se cura nunca. No deja de doler, sólo es que dejamos de notarlo. Cuando menos lo esperamos, descubrimos un nuevo vacío en nuestro interior que nos hace supurar dolor. Un lugar, un evento, otras personas, actividades… es peor cuantas más cosas te recuerden a ese viejo amor truncado.

No es imposible. Es truncado. Es que pase lo que pase, hagas lo que hagas, siempre va a salir mal.

A veces, sucede que se nos presenta una nueva oportunidad y vemos en forma de oasis la ocasión de dejar de lamentarnos y empezar a pensar en que quizá sea de nuevo posible. No es un mensaje divino, es la tentación del demonio en persona. Aceptar la posibilidad de que un amor truncado puede volver a la vida para perdurar, es pactar con el diablo. Te condena al fracaso absoluto.

Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; uno con el que te casas o vives para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos… Esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella…

Y dicen que hay un segundo gran amor, una persona que perderéis siempre. Alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan a la razón y os impedirán, siempre, alcanzar un final feliz. Hasta que cierto día dejareis de intentarlo… Os rendiréis y buscaréis a esa otra persona que acabaréis encontrando.

Pero os aseguro que no pasaréis una sola noche, sin necesitar otro beso suyo, o tan siquiera discutir una vez más…

Todos sabéis de qué estoy hablando, porque mientras estábais leyendo esto, os ha venido su nombre a la cabeza.

Os liberareis de él o de ella, dejareis de sufrir, conseguiréis encontrar la paz (le sustituiréis por la calma), pero os aseguro que no pasará un día en que deseéis que estuviera aquí para perturbaros.

Porque, a veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas, que haciendo el amor con alguien a quien aprecias.

Paulo Coelho.

No hace mucho, V me escribió tal y como comentaba en mi post anterior. Quiere volver a verme. La cosa no fue como me habría gustado, pero por alguna extraña razón lo dejé en el aire.

El grueso de la primera conversación fue más o menos así:

él: Mi objetivo es retomar contacto y follar contigo.

yo: Eso sí ha sido muy directo.

él: No te he olvidado, cuando no andábamos con gilipolleces lo pasábamos bien.

yo: Eso es muy cierto.

él: Muy bien. Y no hablo sólo de follar. Hacíamos más cosas aparte de follar, ¿recuerdas?

yo: Sí… La verdad es que sí… Recuerdo las cosas buenas.

él: Sé clara y di si te sigo interesando y que no sea el único que va con la polla fuera, ¿o no?

yo: Y si todavía me interesas, ¿qué esperas?

él: Aclarar las chorradas, encerrarnos en algún sitio con comida, alcohol y drogas, y follar.

Después de eso le seguí la corriente y le dije que le avisaría cuando pudiera trasladarme. Evidentemente, me dije a mí misma, no voy a ir, no tengo dinero, ni ganas, ni quiero… evidentemente.

Estoy viendo V de Vendetta. Pienso que si él me hiciera los huevos de la misma manera que en la película, tal vez le miraría con otros ojos. Ayer le mandé un mensaje preguntándole si estaría en Madrid este verano. Esta ha sido la conversación:

yo: ¿Vas a estar en verano en Madrid?

él: Eso espero, ¿por?

yo: Porque puede que tenga algún fin de semana disponible para aclarar las chorradas y encerrarnos en algún sitio con comida, alcohol, drogas y follar. Si te sigue apeteciendo.

él: Vale. Necesito follar.

yo: Bien.

él: Gran respuesta.

yo: Nos hemos puesto de acuerdo.

él: Ok.

Ahora estoy dudando de si esa conversación se ha debido a un impulso dentro de mí, a un último aliento del amor que sentí alguna vez… o tal vez a la inspiradora conversación que hemos tenido hace poco, S, sobre todo este tema… o puede que sea sed de venganza.

¿Rompería lo que tengo ahora por él? No, no lo creo. Pero todavía estoy enfadada con él y me pregunto qué tal le sentaría si yo le utilizara de la misma manera en que él me utilizó a mí. Otra parte de mí me dice que todavía es posible que sea capaz de salvar su alma de las tinieblas.

¿Sinceramente? Creo que estoy como una regadera, que he perdido la cordura y que mientras no interfiera con mi vida actual… ¿qué más da? Tal vez sea él ese segundo amor del que habla Paulo Coelho en su cita. Podría ser una excusa perfecta para vernos, o no.