Sucesos extraños en Príncipe de Asturias

Dicen que los sueños son el medio con el que nuestro subconsciente se comunica con nosotros. Yo me lo creo. La verdad es que tengo sueños muy raros. Pero este, en particular, te lo cuento porque aparece V y pensé que podría resultarte singular cuanto menos. No obstante, he abierto la categoría «sueños» para contarte las mejores películas que nunca verás en el cine (los tengo muy buenos y de temáticas muy variadas… incluso de bajo presupuesto, en líneas de código y 3D H-D… lo mío es para tratarlo).

Sucesos Extraños en Príncipe de Asturias

Esto que ves es el mapa de Google Maps del único parque Príncipe de Asturias que he encontrado en Madrid. Nunca he estado allí, pero en mi sueño, íbamos a un Parque Príncipe de Asturias que estaba en Madrid y, aunque no se le parece en nada, quizá a ti te diga algo (y si no, lo interpretaré como un intento de mi subconsciente de meterme en un trasfondo conocido).

Todo comienza en mi escuela (sí, una escuela situada en León que por alguna extraña razón en mi sueño se ubica en Madrid). Estamos allí, mis jefes, mis compañeras y yo y celebramos que ha terminado el curso. Por alguna extraña razón que nunca comprenderé, mi jefe saca una botella de tequila del cajón de la mesa del despacho y vasos de chupitos y le damos a brindar.

Al tercer brindis, no me ponen vaso. Me siento excluida y miro a mis jefes con cara inexpresiva. J, el jefazo, botella en mano, ríe y dice alegremente:

«A ti ya no te doy, porque creo que has bebido suficiente«.

Discrepo, pero sonrío y le sigo la corriente. Tras los chupitos, una compañera y yo salimos corriendo escaleras abajo y empiezo a notar que sí que era cierto que había bebido suficiente. Ahí empiezo a tener una borrachera considerable y todo se ve distorsionado (te lo puedes imaginar, en un sueño es incluso peor que en la vida real). Corremos escaleras abajo por pasadizos muy estrechos y yo doy tumbos de un lado a otro y tropiezo con los escalones.

Cuando salimos, nos esperan con un coche. Tenemos que montar en el coche porque nos llevan al Parque Príncipe de Asturias, donde tiene lugar toda la fiesta. Es… raro. Conseguimos llegar, paradójicamente, yo, que soy la persona que conozco con menor sentido de la orientación, soy la única que sabe como llegar (recuerdo algunos cruces y giros, pero no sabría decirte si los he conducido alguna vez o si se los ha inventado del todo mi psique).

El parque está lleno de gente, universitarios de fiesta, de botellón. Hace buen tiempo y todo el mundo lleva ropa veraniega. Yo llevo un vestido azul con unos tacones bajos también azules un poco western. Me siento tan ebria que necesito ir al baño. Mis colegas dicen que van a no sé dónde y yo les digo que voy al baño y les pillo después.

Así que, tacones en mano (no recuerdo cuándo me los he quitado), entro en el baño. Es un edificio (este sí que lo he visto en algún festi, en Leganés) cuya entrada es mixta, como un soportal de cemento todo. Una vez que entras, hay dos puertas, hombres y mujeres. Justo allí me encuentro de frente con V.

Estoy borracha, así que me quedo quita, mirándole, preguntándome si estoy soñando dentro de mi sueño o si realmente mi subconsciente me ha traído a V al sueño por alguna extraña razón. Él me mira, me reconoce, tiene una expresión que no le he visto nunca. Sonríe… ¿con cariño? Eso sí es nuevo, pero como estoy borracha, no lo interpreto y sonrío sin más. Se acerca despacio, me pone las manos en los hombros y me susurra casi con dulzura, pero usando su forma habitual de expresarse:

«Voy a enrollar a Carolina y vuelvo. No te muevas«.

No me da tiempo a decir nada. Se marcha. Entonces me digo a mí misma: «vale, pero tengo que ir al baño«. Y la borrachera empieza a pasárseme un poco. Entro al baño, salgo, me pongo los zapatos. Espero un poco, no hay rastro de V por ninguna parte. Decido salir… no me gusta estar en el baño y no creo que el aire me venga mal.

Me equivoco. Lo que veo al salir es la escena más bizarra que he soñado jamás.

Todos los hombres de mi vida (TODOS) están ahí, enrollándose unos con otros. Todos, menos V. Camino entre ellos en busca de V. No grito, ni le llamo, pero le busco, me pregunto quién es esa tal Carolina, qué significará lo que iba a hacer con ella y si estará haciendo lo mismo que los demás… me muevo entre ellos y ellos, a medida que me acerco, intentan entrarme. Yo les aparto y ellos se enrollan con el primero con el que se encuentran.

Todo se vuelve confuso, intentan agarrarme y tocarme, pero no les dejo. Y entonces veo a una chica pelirroja con los ojos verdes que me suena un montón. No viste como los demás, lleva ropa de una novela de ficción. Me suena, porque creo que es un personaje de una historia que escribí hace mucho tiempo. Ella es dura y lucha contra el acoso, pero no deja de mirarme fijamente sin cambiar su expresión.

«Ayúdame, tú puedes, te conozco«, no se lo digo, pero lo pienso.

Ella sonríe. El tiempo se para. Desaparece todo a mi alrededor y me encuentro parada frente a un espejo que no me refleja, pero me muestra las calles de Madrid. No sé cómo se llaman, pero las conozco. Entonces recuerdo que V dijo que volvería. Así que atravieso el espejo y recorro las calles. Pero no hay nadie. Está todo vacío… me pregunto qué habrá sido de la gente, de V y qué significará todo.

Camino hasta su portal, pongo la mano en la puerta y me despierto.