¿Qué quieres hacer?

Los días pasan lentos cuando no tienes un puto duro que gastarte en ninguna parte y has dejado de lado a la mayoría de las personas que conoces por diferencias políticas. Pero así son las cosas. Llega un momento en el que la vida te exige más de lo que puedes permitirte dar y finalmente tienes que ponerte manos a la obra.

Ya han pasado dos meses desde que empecé las supuestas prácticas sin remunerar, por supuesto. Ya lo dije con anterioridad: no estoy dispuesta a pasar el aro del curro gratuito y bajo explotación. Así que, pudiendo hacer cuatro cosas a la vez, he hecho una para el estudio y tres para mí. A efectos prácticos, considero que haber dedicado las 24 horas del día durante dos meses a un estudio en el que ni siquiera hemos tenido la conversación de qué pinto yo allí habría sido una pérdida de tiempo y un grave error por mi parte.

Nunca des el 100% a la primera. Lo he aprendido por experiencia, al final te dejan en bragas, con las manos vacías y muerta de hambre. Así que me repartí y he tenido dos meses muy productivos. He hecho un poco de todo, desde hoteles, restaurantes, portafolio, diseños, identidad visual, tiendas online, apps y un bar. Para el estudio sólo hice el más complejo de los proyectos. Lo habría terminado en un mes si no fuera porque desde hace un mes me han hecho reconstruirlo, contando con esta, tres veces.

Así que se acabó. Esta semana voy a llevarles el proyecto y a comentarles, con calma y serenidad, que terminada la web, necesito dinero para poder continuar con lo que estoy haciendo. Ya he hablado con gente del campo y aunque no sea nada, me pagarán fijos 40€ la jornada, así que, aunque me tenga que partir la espalda y dedicarme a coger uvas desde el alba hasta el ocaso, por lo menos volveré de allí con dinero suficiente como para continuar con lo que estoy haciendo. Además, me ahorraré la luz y el gas de los días que esté allí y también la comida.

Últimamente hablo mucho con V. Desde que dijimos de volver a vernos la idea no ha conseguido huir de mi cabeza. Es raro, porque tenemos conversaciones desde hace meses y todavía no nos hemos insultado desde la última vez. Hemos batido todos nuestros récords al respecto. No sé si ha sido cosa de tomármelo yo de otra manera, eso de que ya no tengo tiempo para tonterías, o ha sido también él quien ha cambiado su perspectiva. Pero casi parecemos humanos.

¿Que quieres hacer?

Eso fue lo que me preguntó hoy cuando le contaba lo duro que estaba siendo todo esto. Lo increíblemente jodido que es trabajar gratis y que todo el mundo te mire por encima del hombro como si tuvieran derecho a exigirte más de lo que te están pidiendo. Lo que jode que te hagan repetir una y otra vez un trabajo que te supone un esfuerzo de tiempo y dinero sin cobrar un duro. Viendo cómo poco a poco tu bote de monedas para el pan va desapareciendo para cubrir gastos de aquí y de allá.

Le contesté:

1. A corto plazo, conseguir dinero.
2. A medio plazo, montar mi empresa de diseño y desarrollo web y asesoramiento web, marketing y planificación y social media para PyMES.
3. A largo plazo, comprar un edificio en la sierra para montar un programa de acercamiento de empresas al ámbito rural.

Me sorprendí a mí misma siendo tan directa, rápida y clara. Creo que le sorprendí a él también. Hoy me dijo que me admiraba y que le sorprendía mi capacidad para sacar fuerzas y no desmotivarme. ¿La verdad? No tengo esas fuerzas que asombran a todo el mundo. Estoy desmotivada, desinflada y no tengo muchas ganas de seguir luchando. Me gustaría poder tener el tiempo y el dinero que tienen los demás para permitirme el lujo de pasarme un mes tumbada en el sofá, comiendo comida basura y jugando a videojuegos.

No es motivación, no es fortaleza. Es que ahora mismo no tengo ni tiempo ni presupuesto para hundirme. Económicamente hablando, no puedo permitirme el lujo de hundirme. Si me hundo y me quedo parada, sin hacer nada, me cortarán la luz, me cortarán el agua, me cortarán el gas, se me acabará la comida y me echarán del piso por impago del alquiler. Y entonces tendré que permitir que otras personas se lleven mis cosas porque yo no tendré dónde guardarlas para protegerlas. Y la gasolina que tengo en el depósito del coche ni siquiera nos llega para volver a casa de nuestros padres, apenas para la mitad del trayecto.

Y, ¿sabes qué? Que sin ordenador, sin equipo, sin internet, sin casa, sin comida, sin gas, sin agua, sin luz, no puedo trabajar y seguir desarrollándome en el trabajo que me gusta hasta convertirme, algún día, en una profesional con dinero suficiente como para poder aspirar a una vida digna, qué digo digna, como para poder tener al menos una semana de vacaciones al año (sueño con ello desde que dejé la universidad… hasta entonces las vacaciones eran no tener que ir a la facultad, ahora comprendo mejor el auténtico significado de vacaciones). Si me hundo, pierdo.

Así que no voy a hundirme. Voy a dejarlo todo a buen recaudo, voy a dejar el estudio, voy a ganar sueldo líquido y voy a volver con más dinero y más tiempo para seguir luchando y seguir intentándolo. Hasta que merezca la pena haber apostado por lo que quiero.

Tengo que ir un fin de semana a Madrid. Tengo que ir allí a un asunto con Gómez. Y hemos acordado que, cuando vayamos, me quedaré allí después para pasar un par de noches con V. A Gómez le parece bien y a V también. Sólo espero que realmente podamos vernos. Él dijo algo así como pasear y recorrer Madrid como dos viejos amigos que se encuentran después de tantos años. Eso es lo que somos, al fin y al cabo.