La parábola de la anestesia

Cuando era pequeña tenía problemas en las articulaciones y siempre tenía esguinces de tobillo. Cuando no era el uno, era el otro… el médico me mandaba reposo y ejercicios para hacer por los pasillos y recomendó a mis padres que me llevaran a correr por la arena de la playa (de aquellas vivía muy cerca del agua, claro).

Una vez, en el colegio, descubrí el Reflex Spray. Me había torcido el tobillo y mi profesor de educación física, para que no perdiera la clase, me puso el relajante muscular para que no me doliera el tobillo. Aquella tarde, cuando se pasó el efecto, volvió a dolerme el esguince y mi madre me llevó a los Ángeles de la Noche a que me volvieran a vendar y a prescribir reposo. Más que nada, por justificar que al día siguiente iba a faltar a clase si no podían llevarme en coche.

Por la noche, mi padre me daba baños en los tobillos de agua fría y agua caliente con sal. Aquella noche le pregunté a mi padre:

¿Por qué no me pones Reflex en el tobillo y nos saltamos el reposo?

Y mi padre, que de aquellas tenía mucha paciencia, me contestó:

Porque es una anestesia local. Las anestesias no te curan, te duermen y evitan que sientas el dolor. Pero aunque tú no sientas ese dolor, la lesión sigue estando ahí y tienes que hacer reposo igualmente. Una anestesia te vale un rato, pero si abusas de ella, te olvidas de que la lesión existe, dejas de hacer reposo y empiezas a forzar los músculos. Y si no reposas, al final el esguince se convierte en una rotura de ligamentos y para arreglar eso hay que operarte… y ponerte una escayola. Y en lugar de pasarte un día con el pie en alto y tres vendada, tendrías que pasar meses escayolada y meses de rehabilitación.

Aquella idea se quedó fuertemente anclada en mi mente. Así que nunca he utilizado en mi vida un anestésico de ningún modo para solucionar mis problemas. ¿De qué sirven? De nada. Y hoy en día, estando en la crisis en la que estamos, los anestésicos son los productos que nos venden: las drogas, el tabaco, el alcohol, la fiesta, las marcas… cualquier acción compulsiva se convierte en una adicción en el momento en el que uno lo convierte en un sustitutivo a la hora de resolver un problema. Y eso es lo que somos en la sociedad actual: adictos y adictas. A  unas cosas u otras. Cualquier persona que es incapaz de dejar a un lado su consumo habitual (del producto que sea), prescindir de esos gastos y sentarse a solucionar sus problemas será una persona que abuse, como en la historia de mi infancia, del Reflex.

Cualquier medio de evasión no es más que un placebo que hace que te sientas mejor un rato. Pero al pasarse el efecto del producto o al finalizar la actividad en cuestión, el problema sigue estando ahí y si no le buscamos una solución no va a desaparecer. Incluso puede ser cada vez peor… hasta que sea demasiado tarde.