Secretos: inevitables y liberadores secretos.

Secreto
Del lat. secrētum.
1.m. Cosa que cuidadosamente se tiene reservada y oculta.
2.m. Reserva, sigilo.
3.m. Conocimiento que exclusivamente alguien posee de la virtud o propiedades de una cosa o de un procedimiento útil en medicina o en otra ciencia, arte u oficio.

Fuente: rae.es/secreto.

El ser humano, como decía el anuncio de Aquarius, es imprevisible. Hay una cualidad del ser humano que me fascina: la necesidad de quedar por encima de otras personas. El engrandecimiento del ego, el ensalzamiento de las proezas. Siempre he dicho que para mí hay dos tipos de persona (es una clasificación como otra cualquiera): las que dicen que hacen o que van a hacer cosas y las que las hacen en realidad.

Nunca entenderé la forma que tiene la gente de perder el tiempo intentando explicar a los demás por qué hace tal o cual cosa o por qué hace las cosas de una manera o de otra. Al final, la manía de ser transparentes y de contarlo todo nos acaba haciendo esclavos de nuestra propia imagen social. ¿Por qué? Porque tenemos que cumplir con lo que decimos.

Al final… ¿no es mejor mantener las cosas en silencio y en secreto? ¿No es más práctico no decir lo que se piensa constantemente? ¿No contar todas las conquistas? Hay conquistas que sólo puedes realizar una vez si las cuentas en voz alta.

Sé que lo normal es pensar que al final una persona se convierte en esclava de sus secretos, pero, en realidad, yo creo que saber guardar los secretos es una manera muy interesante de liberar el espíritu.

Durante muchos años creí en la filosofía de ser transparente y sincera y no me llevó a ningún buen puerto porque mis ideas son de todo, menos convencionales. No vivo de acuerdo con las normas de los demás.

Este fin de semana vino alguien de fuera al pueblo y tuve la oportunidad de hablar con otra persona con un punto de vista externo a mi realidad y pude contrastar opiniones. Le conté cómo había cambiado de vida y qué cosas hacíamos por aquí y qué no y una de las preguntas que me dejó pensando un rato fue la siguiente:

¿No echas de menos la ciudad? ¿Una chica joven y atractiva como tú que podría estar pasándoselo en grande en cualquier discoteca con un montón de gente joven y prefieres quedarte aquí con la tercera edad?

Nunca lo había visto así.

Sin embargo, diré que en cierto modo el venirme aquí y conocerme a mí misma me ha dado la oportunidad de borrar de la faz de la tierra la persona que fui y construir la persona que quería ser y la persona que soy. Aquí nadie me conocía de nada, salvo un puñado de niñatos y toxicómanos y la gente en términos generales me tenía asociada a esa cantidad de gente que viene sólo en fines de semana, con lo que, en realidad, podría haber contado cualquier cosas y habrían acabado creyéndome.

Y después de aprender a tratar con la gente y beber la cultura, muchas personas de aquí piensan que de algún modo pertenezco a este entorno. Pero no es sólo eso, sino el hecho de que la gente que conocía en la ciudad me ha olvidado. Hasta el punto de que a algunas personas he vuelto a conocerlas en encuentros posteriores a mi desaparición urbana.

La persona que vivía en la ciudad, esa especie de niñata insensata e histriónica con la cabeza llena de pájaros, prejuicios y miedos ha desaparecido. Si tengo que pensar en quien fui o en quién era hace diez años lo único que se me ocurre pensar es que esa persona ya no existe. No soy la misma en ningún sentido y cuando me miro al espejo ni siquiera veo la misma expresión. Ha sido un renacimiento.

¿Y cómo he construido mi nueva vida? Aprendiendo a guardar secretos y eliminando de mi círculo de personas a aquellos que podrían haber llegado a conocer alguno de mis secretos. Erradicando todas las pruebas de mis fechorías y escabulléndome en la noche con falsos pretextos para vivir mis aventuras en lugares que nunca llegarán a cruzarse con mi realidad.

A lo largo de estos años he observado cómo las líneas de mi mano derecha han ido cambiando y evolucionando conforme me he ido convirtiendo en una persona nueva y distinta. Mientras que en mi mano izquierda la línea de la vida siempre ha estado difusa y se corta en un punto determinado antes de continuar su camino, en mi mano derecha ese borrón se ha ido rellenando con dos líneas que se separan creando la especie de doble vida que llevo ahora. Dos líneas que en algún momento de mi vida podrán unirse o se verán separadas llevándome a finales distintos.

Lo normal en estas circunstancias es tomar una decisión adulta y madura: elige un trabajo, elige a uno de los dos hombres, elige una ciudad, elige… y sigue adelante con tu decisión.

Pero yo no soy así. No veo la necesidad de elegir mientras que nadie me obligue. Tal vez, viviendo esta historia que es mi vida propia y personal llegue un momento en el que descubra el final de cada uno de mis cuentos. Pero por ahora, prefiero dejar la trama abierta y seguir viviendo episodios de mi serie dramática particular. A fin de cuentas, un poco de sexo fuera de casa de vez en cuando está bien.

Y si no se entera nadie…

Sé que a otras personas les comería la moral sentir que mienten al ocultar información, pero en mi mundo he aprendido que si no vas a decir nada bueno o nada que pueda ayudar a los demás, contar una verdad que no tiene solución y que te llevará inevitablemente a una desgracia no sirve para nada. Al contrario de lo que piensan los demás, mis secretos son los que me configuran como persona y me siento orgullosa de poder vivir todas estas experiencias.

Sé que no soy normal, no pretendo serlo, nunca lo he pretendido. Me gusta ser quien soy.