En busca de mi océano azul

Una no puede escoger un camino si no sabe hacia dónde se dirige.

Cuando nos sueltan en el mundo después de la formación académica siempre nos dan una palmadita en la espalda y nos dicen eso de: ‘ala, a correr, que el mundo es tuyo, encuentra un sitio’. Se pongan como se pongan y digan lo que digan, en ningún lugar te preparan para enfrentarte a la vida real. Y la mejor manera de aprender a manejarse una en la vida, es viviéndola.

Cuando salimos de las universidades salimos a lo loco, como pollos sin cabeza. Vemos oportunidades en todas partes y puertas que se cierran constantemente porque no estamos preparados. Sufrimos rechazos, negativas y desolación. Somos como náufragos laborales en un mundo hostil en el que todos los trabajos están cogidos y se defienden los puestos como si fueran el último enclave seguro del planeta.

A mí me dio por huir. Por qué no. Leí en la universidad un libro que hablaba de los océanos azules y me sentí capaz de conquistar uno por mi cuenta. Así que huí del océano rojo del mundo de la comunicación en el que los becarios no son más que carnaza (y siguen siéndolo) que se echa a las fieras para apaciguar a los clientes o a los directores furiosos. Yo no me veía allí. Nunca me he visto allí.

Mi problema es que yo sólo quiero ser feliz. Es algo tan estúpido y tan sencillo que yo creo que por eso me ha costado tanto alcanzarlo. Y a cuenta de todo eso me acabé metiendo en un embrollo de planes, ideas, posibilidades… ¿y ahora qué?

Cuando estás en una encrucijada sólo tienes que acordarte de por dónde has venido. Pero cuando te pierdes en medio del bosque (que también me ha pasado) lo primero que tienes que hacer es analizar la situación. Dónde estoy y qué estoy haciendo aquí son dos preguntas que siempre te dicen que son la clave para resolver todos los conflictos. Pero, en mi humilde opinión, ‘qué estoy haciendo aquí’ no resuelve nada y a menudo te deja más confusa de cómo estabas cuando intentas resolver algo.

Yo me quedo siempre con ‘dónde estoy’. Pero no ‘dónde estoy’ con respecto a unas coordenadas exactas que pueda medir en un mapa que no tengo (quién coño sale con el mapa al bosque, si yo creo que salvo google maps, ya no hay mapas de los bosques a disposición de los usuarios medios), me pregunto ‘dónde estoy’ con respecto al entorno, es decir: ‘qué hay a mi alrededor’.

Supongo que es una técnica de supervivencia y costumbre. No se puede resolver una crisis o un problema partiendo del problema, sino que más bien hay que partir del entorno en busca de herramientas útiles. ¿Por qué no? Si con un árbol puedes trepar y encontrar el camino de vuelta también puedes hacerlo siguiendo las estrellas, el rumor de un río… o no. Pero también puedes encontrar comida a tu alrededor para evitar morir de hambre y de frío mientras buscas la forma de llegar a algún sitio.

El año pasado me marqué varios objetivos de fin de año que, como ya he escrito antes, logré cumplir (¡viva yo!). Y durante la última semana de diciembre diseñé mi propio plan de marketing. La verdad es que es un poco estúpido llegar a esta conclusión ahora pero… ¿si los demás no me pagan, por qué no trabajo para mí misma? Puestos a no cobrar… y con esa idea me puse a trabajar en mi empresa virtual.

Todavía no se ha terminado febrero y ya estoy contenta con los resultados. Cumplí con la fase 1, 2 y 3 correctamente y respetando los plazos. Y no solo eso. Todavía no he publicado la plataforma con la que quiero gestionar mi trabajo (estoy en fase ahorrativa para comprar el sitio) y ya tengo trabajo freelance para suplir gastos al menos un par de meses.

No es mucho. Pero dado que no tengo gastos, que tengo más trabajos variados con los que sobrevivir para pagar las titulaciones y que las tasas de autónoma me las han puesto baratas… igual, igual… este es mi año.

Supongo que la supervivencia consiste en mirarte los pies y las manos y empezar a tomar decisiones con todo aquello que te rodea de forma inmediata. Perder el tiempo en todo lo demás… bueno, es perder el tiempo.