Que llueva, que llueva…

Aish… decían que tengo en mi casa un arca de Noe con tantos pares de animales diferentes, pero ahora que parece que cae el diluvio universal me parece hasta conveniente.

Está cayendo la del pulpo. Es absolutamente increíble que no pare de llover. Soy consciente de que desde otros puntos de vista no debe de verse como algo más que un proceso lluvioso inusual. Supongo que en otros lugares del mundo donde las personas están protegidas en sus hogares por la calidad de las infraestructuras, la fibra óptica, la calefacción integral y demás, debe de ser hasta cómodo quedarse en casa. Incluso puede que los que tenéis la suerte de vivir en un mundo con un buen alcantarillado, libre de inundaciones y con transporte público para poder ir a pasar la tarde a sitios cerrados, climatizados, calentitos y llenos de distracciones no os habréis dado ni cuenta de que está cayendo la que está cayendo.

Suertudos.

Nah, no me estoy quejando, me gusta la lluvia. Pero es que me gusta exagerar para adornar el blog.

Normalmente, desde mi llegada a este lugar recóndito del mundo, solía llover desde enero hasta abril. Y, sin embargo, aquí lleva lloviendo desde noviembre… y todavía no ha terminado de llover. Llueve como si no hubiera un mañana, como si tuviera que llover todo lo que no llovió en los años anteriores que fueron, sin lugar a dudas, los años más secos de la historia de este pueblo. Y todos nos alegramos de que llueva, claro que sí.

Pero aquí es un problema. Estamos completamente paralizados. Cortan las carreteras, se va la luz, estallan las tuberías antiguas, no se puede sembrar, se han perdido las cosechas tempranas, no se puede salir de caza, el ganado pasa frío, las gallinas se mojan y dejan de poner… y tenemos suerte de que todavía no haya caído un rayo en una de las antenas de Telefónica. El año pasado estuvimos una semana entera sin internet y sin teléfono, con la luz a ratos. Este año sólo hemos perdido la cobertura de los teléfonos móviles (de según qué compañías) y nada más.

Es desolador. Ni siquiera hay gente en los bares. Claro que a los bares se va para ver los partidos de futbol y los concursos de la tele y tener a alguien con quien comentarlos. Pero como se va la señal de la televisión, la luz funciona a medio gas… si antes había casi diez personas en un bar en una noche normal antes de las 9:00pm (hora estándar de la cena), los días de lluvia no llegan a tres, incluidos el dueño del bar y una servidora. Pero es que claro, en un mundo poblado principalmente por pensionistas y parados, ¿qué anciano va a ser el valiente de atreverse a sortear la tormenta por la noche para irse a tomar un vino? ¿y qué sensata esposa iba a permitir que su anciano marido saliera a beber vino una noche sin visibilidad? De los parados ni hablemos.

En mi casa las catástrofes se suceden una tras otra, pero se van resolviendo. La última catástrofe me dejó sin agua dos días. Pero porque ocurrió un sábado por la noche y tuve que esperar al lunes para que me lo arreglasen. Nota para futuras preocupaciones: si no te follas a un fontanero, no dejes que tu amante te arregle una tuerca que gotea. Estalló el latiguillo de la caldera y descubrimos en muy mal momento que la llave de paso que corta el agua de mi cocina está en la bodega y que corta el agua de TODA la casa porque a nadie se le ocurrió poner llaves en la cocina y en el baño.

Las personas normales te dirían que las vicisitudes de la vida te ayudan a valorar lo que cuestan las cosas y todo eso. Pero creedme cuando os digo que si ya es un coñazo sacar cubos de agua con una cuerda de un pozo a ras del suelo para regar un huerto, pero aún es tener que ir con esta lluvia y las botas de agua a ponerte de barro hasta las rodillas para dar de comer a las gallinas, o subir hasta un tercero cubos y cubos de agua desde una fuente en el parque para fregar platos o alimentar a las mascotas. No es muy gratificante, la verdad. Pero tiene de buenas otras cosas que no se valoran desde fuera: el bajo coste, la comida gratis, la libertad… así que supongo que en un sentido o en otro, compensa.

Lo bueno que tiene la tormenta en un sitio como este es que no te deja muchas opciones. De modo que estoy aprovechando todo el tiempo ‘libre’ que tengo para avanzar en mis estudios. Ya conseguí terminar dos de mis cursos. De hecho, uno al completo. Y por fin, en octubre, me darán unas prácticas y podré terminar de pagar las cuotas de estudio y habré cumplido un sueño y avanzado en la dirección que me había propuesto. Estoy contenta con eso. Parece una estupidez, pero me hace feliz pensar que a pesar de que tenga que seguir discutiendo con las personas de mi pasado, puedo convertirme en la persona que yo quería ser y dejar atrás todo lo que me habían impuesto.

Eso me lleva a dos conclusiones: en primer lugar, que la libertad es un trabajo muy duro que tiene que ser iniciativa de cada persona y no todos están hechos/as para hacerlo; y que la libertad, en sí misma, tampoco es tan real porque siempre seremos esclavos de nuestras propias decisiones y de nuestros propios actos. De modo que, al final, lo importante es, de alguna manera, ser ‘esclava’ de mí misma y de mis propias decisiones y no de lo que opinen los demás.