¿Por qué lo haces? Recuerdos, toxinas, explicaciones

Esta semana tuve una visita. Vino un amigo de mi infancia, alguien que me conoció cuando aún no medía dos palmos y ya salía por la ciudad, sin ser nadie, haciendo pequeños trucos de ilusionismo para poder pagarme las fiestas. Él no lo sabía, así como tampoco lo sabían las personas de la pandilla con la que me relacionaba. Lo único que sabía en aquel entonces de mí es que ya, desde los tiernos 14 años, era una mujer inalcanzable. Y aun hoy, sigo estando muy lejos de su persona.

Al entrar por la puerta de mi casa, le susurré casi con picardía no te asustes, y luego dejé que pasara. Evidentemente, en mi casa no se ve nada de lo que trabajo, todo está protegido y minuciosamente asegurado en lugares y rincones inaccesibles para la imaginación de los mortales. Las brujas tenemos que guardar nuestro misterio. Sin embargo, a los clientes no podía esconderlos. Casualidades de la vida, mi amigo vino de visita en las fiestas patronales de verano y, claro, son fechas complicadas y todo el mundo quiere sus pociones y conjuros para disfrutar de las locas noches de marcha y seducir a los demás.

Y en medio del caos y del jaleo, tuve que salir. Evidentemente, a mi amigo (que es soldado) le dije que no podía venir conmigo, que tenía que ir sola. Le pedí como favor que se quedara en casa y que se divirtiera en mi ausencia y le traería la cena de la ciudad. Le pareció correcto y me dejó trabajar en condiciones.

A la vuelta, tuve que ser muy rápida, vinieron mis chavales de visita, lo preparé todo, nos preparamos para salir después y nos sentamos a cenar.

«¿Por qué lo haces?«, me preguntó durante la cena.

«¿Por qué no?«, le contesté, «se me da bien».

Y ahí lo pensé y lo pensé mucho. ¿Por qué lo hago? Alguien como yo: limpia, decente, sin adicciones, inteligente, con carrera, con estudios, con experiencia, trabajadora… ¿por qué unirme al lado oscuro? ¿Por qué arriesgarme a arruinarme la vida mintiendo a personas inocentes? ¿Por qué vender sueños? ¿Por qué facilitar que otras personas se corrompan y robarles la ilusión?

«Precisamente tú, con todos los amigos que hemos perdido«, y entonces lo vi claro y, por primera vez supe la respuesta.

«¿Recuerdas que te conté que mi ex bebía alcohol y me maltrataba?«, le pregunté… y recordé que él me había conocido durante mi infancia, «¿recuerdas que nuestro grupo se unió porque eramos las sobras de todos los colegios? Nos maltrataban en nuestros institutos y nadie hacía nada para defendernos, ¿recuerdas cómo nos sentíamos? Cuando mi ex bebía y me maltrataba delante de todo el mundo, todos tenían ojos para verlo y todos se acercaban a mí, me miraban con lástima y me decían: tía, ¿cómo puedes aguantarlo? Y yo, llorando, un millón de veces les supliqué que dejaran de venderle alcohol, que tenía un problema, que no podían seguir dándole ese veneno porque cada vez que llegaba a casa borracho la que sangraba era yo. ¿Sabes qué fue lo que me contestaron?«, ahí callé un minuto y esperé, mirándole a los ojos, la cena se había quedado en el plato, él sujetaba su dürüm con las dos manos y me miraba sin decir nada, el silencio sepulcral que se había formado sobre la mesa era tan denso que podía cortarse con un cuchillo, él lo sabía, sabía cuál era la respuesta que durante casi 30 años la sociedad me ha estado dando ante los malos tratos, la respuesta que el primer mundo te da cuando no tienes recursos para pagarte un abogado, para emanciparte, para cambiar de instituto, para largarte de casa de tus padres, para poder dedicarte solamente a estudiar y forjarte un futuro, para poder trabajar gratis de prácticas hasta que alguien considere que por fin te mereces un sueldo, podía ver con absoluta claridad cómo entre nosotros, en su mente, pasaban desfilando todas las injusticias a las que nos hemos enfrentado durante todos estos años. Y entonces yo misma puse palabras a la respuesta que estaba buscando:, «No puedo hacer nada, si paga lo que consume…«, se atragantó. Entonces sonreí deshaciendo la tensión con una mueca, le ofrecí las patatas y añadí con un tono jovial: «La gente quiere divertirse, amor, es inevitable. Yo por lo menos les ofrezco calidad inofensiva. Además, no veo por qué es peor lo que hago yo que lo que hacen otras empresas: Nike, Coca-cola, Repsol… el petróleo, al alcohol, las tabacaleras, las grandes multinacionales, la industria cárnica, los transgénicos, las cadenas de comida rápida… todos hacen lo mismo. Me ocupo de las nuevas generaciones y cimento un negocio rentable. Incluso creo puestos de trabajo y a mis chicos les ofrezco teléfonos, tarifas de datos, libertad, dinero… tienen más derechos con 18 años que los que nos ofrecen a nosotros a los 30 cuando queremos trabajar en una empresa y nos castigan a fregar platos sin contrato…»

Aquella noche salimos de marcha por ahí y por el camino hice un par de paradas. Es curioso. La transformación que se está produciendo sobre mi persona a medida que avanzo en mis proyectos. Llevar conmigo a mi soldado tatuado de copiloto ha sido interesante. Se ofreció a venir y le prometí que no vería nada de los intercambios. En uno de ellos, el chico era nuevo… y cuando bajé a verle se acercó a mi carruaje, pero lo gracioso fue que se acercó directamente a la ventanilla del copiloto.

«¿A dónde vas, pollito?«, le pregunté con una sonrisa pícara sacándome la mercancía de entre las tetas (iba vestida de fiesta). El muchacho se puso rojo como una amapola, cambió de dirección y se acercó hasta a mí. Le agarre los dedos y lo miré a los ojos, le guiñé un ojo y le susurré: «Cuando quieras… diviértete«.

Al día siguiente, cuando nos despedimos en la estación de trenes mi soldadito me dio un abrazo fuerte y me dijo:

«Joder, tía, no has cambiado nada. Eres la misma… pero mucho más poderosa. Enganchas.»

Y aquello me dejó una sensación de satisfacción brutal. Sí, ahora tengo más poder. Y ahora comprendo la toxina del Aker. El demonio te da poder, te da seguridad y te da las herramientas necesarias para gobernar. Es su secreto. Me está convirtiendo en su reina y poco a poco me va haciendo perfecta. La magia negra conlleva muchos misterios y muchos secretos y muchas consecuencias. Pero la sensación que produce el conocimiento para manejar energías que al resto de los mortales se les escapan… te coloca en otro nivel.

Hace un año, tenía tal inseguridad en el cuerpo, tal incapacidad para valorarme a mí misma, que cualquier crítica u ofensa pesaba sobre mis hombros como el plomo y me hundía en la miseria. Antes no era capaz de enfrentar a la gente, de plantar los pies firmes en el suelo, mirarlos fijamente y dejar que fueran ellos mismos quienes se dieran cuenta de lo insignificantes que pueden llegar a ser a mi alrededor. No tenía ni idea de que pudiera tener esa capacidad, ese poder. A medida que voy formándome y aprendiendo a manejarme en este mundo oscuro y nuevo cuyas puertas me abre el mismísimo demonio, la gente a mi alrededor ha cambiado, ha dejado de mirarme como me miraba antes y me miran ahora de una manera nueva y completamente diferente.

Estos días he estado en las fiestas también, he ido a cenar a restaurantes caros, he estado de copas. Y todo el mundo me conoce. Nadie ha tenido valor de acercárseme, como lo hubieran hecho en otros tiempos cuando fui la víctima de uno de los suyos, por ejemplo. Todos me miraban sabiendo que soy yo, pero como si no me reconocieran, como si ya no supieran quién soy ni en qué me he convertido. Yo soy la mujer que los deleita, yo soy la mujer que ha introducido en sus tierras los placeres más deseados cuando salen de fiesta para olvidarse del asco de vidas que tienen, yo soy la bruja que domina las sombras en su reino… y empiezan a darse cuenta de que cuando yo digo «salta», ellos tienen que saltar… porque soy la señora de sus vicios y la que satisface sus inseguridades, sus miedos, sus desesperaciones, sus frustraciones… yo soy la Reina de la Sombras.

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