Carta a mis detractores/as

A los que no daban un duro por mi:

Hace muchos años, cuando era una niña en espíritu, pero ya empezaba a ser mayor quise aprender. Eso que tenían los demás, quise que lo compartieron conmigo. Yo, que era aún muy inocente para comprender el mundo, creía que solo con la intención bastaría para que me abrieran las puertas y me dejaran formar parte de su mundo.

Jamás, si me hubieran preguntado, me habría imaginado que el mundo iba a ser como es. Nunca habría dicho que pasaría todo lo que ha pasado, que viviría todo lo que he vivido. Quizás, si me hubiesen dicho que todo esto (todos estos años) iba a ser así como ha sido me habría echado atrás.
Quería lo que tenían los demás, lo deseaba, lo anhelaba, pero no sabía qué era lo que tenían ni cuál era el precio que había que pagar.

Al principio no tuve buenos maestros, fuisteis unos cabronxs y unxs hijxs de puta. «No vales», decían, porque no sabía. Y tuve que trabajar mucho para aprender muchas cosas. No fue fácil. Muchas veces fui solo un medio que sirvió a los fines de otros sin llevarme nada a cambio («no sirvas a quien sirvió», cómo os gusta aprovecharlos de la gente). Trabajé sin cobrar mil veces, porque no sabía qué había que hacer y nadie quería contratarme para nada. No daban un duro por mí, porque no valía.

A menudo, se burlaban de mí, porque no tenía dinero ni trabajo y me explotaban a cambio de unas migas, «no vas a llegar a ninguna parte», decían.

Lo que todas esas personas no sabían es que, a pesar de explotarme, utilizarme y hacerme trabajar sin cobrar, lo que me han dado es el mayor regalo que se le puede dar a un ser humano en los tiempos que corren. Aprendí todos los procesos… no solo a ganar un jornal, sino a gestionar todos los negocios, todos los protocolos, todo lo que implica cualquier cosa.

Cuando nadie daba un duro por mí, dejé de lado a todas las personas que se habían aprovechado de mí, llevándome de ellos todo lo que pude aprender. En aquel momento, mi mente aún joven e inexperta era un torbellino de ideas. Siempre fui una chica despierta. Nadie se dio cuenta, prestaba atención y esperaba con paciencia.

No fue suerte, supe aprovechar todas las oportunidades que encontré. Hice toda una carrera, un arte, una profesión del «buscarme la vida». Y cuanto peor se portaron conmigo, más cosas aprendí, más fuerza desarrollé, más herramientas tenía para enfrentar el mundo, la vida, los problemas…

Y ahora, heme aquí, cuando nadie daba un duro por mí, convertida en una mujer fuerte, independiente, gestora y directora de mi vida, con mil habilidades, con profesión, buscada por todos para hacer lo que los demás no saben.

La única suerte que he tenido en toda mi vida es que nadie dio nunca un duro por mí. Y gracias a eso me he visto obligada a convertirme en la persona más valiosa… ahora valgo más que vuestros hijos, más de lo que vuestra prole consentida valdrá jamás. Ahora soy yo la que decide, la que pone las condiciones, la que genera la triste esperanza a la que, si hay suerte, os podréis agarrar cuando no tengáis a dónde ir, si es que os veis capaces de tragar el orgullo y reconocer que, a pesar de todo, tenéis la suerte de que yo no soy como vosotros.

Ahora mismo, 21:21 del 21 del 12 del 21, me doy cuenta de que ya no me queda odio, irá ni rencor. Y aunque la herida sigue ahí siento cómo mi alma empieza a cicatrizar por dentro, ya no hay dolor, ya no sangra. El tejido suelda, he crecido. Donde antes hubo ampollas, llagas, moretones… me doy cuenta de que se han formado callos, se han creado reflejos. A fin de cuentas, habéis sido mis maestros y me habéis enseñado a encajar los golpes, a caer sin hacerme daño, a esquivar las balas, a tomarme las cosas con calma.

Agradezco cada golpe que me habéis dado, pues he aprendido a verlos venir. Ya nunca más me tiraréis al suelo, me habéis enseñado a fluir con vuestra energía, a dejar que sea vuestra corriente, vuestra maldad el impulso que me haga subir.

Agradezco cada mentira que me habéis contado, que me he creído y que me ha hecho llorar, pues me habéis enseñado a reconocer las verdades que aún siendo pocas en este absurdo mundo son infinitamente más valiosas.

Agradezco todas las veces que me habéis vendido, atándome de pies y manos a situaciones en las que no quería estar pero no me habéis dejado más remedio que tragar, pues me habéis enseñado cómo hacer las cosas, como crear alternativas, como asegurar un colchón para no volver a caer en la trampa de no tener más salida que ceder.

Agradezco todas las veces que me habéis robado, pues he aprendido el enorme valor de todo lo que soy capaz de crear yo sola desde la nada por mí misma. Y sinceramente, si tenéis que robarme a mí… es que no tenéis dónde carros muertos.

Agradezco todas las veces que me habéis negado vuestra ayuda cuando os he necesitado, pues me habéis enseñado a no depender de nadie, a valerme por mí misma, a no conformarme con lo que hay, a buscar más allá. Y a encontrar soluciones.

Agradezco todas las veces que me habéis rechazado, que no habéis confiado en mí, que no habéis querido contratarme, casaros conmigo, tenerme para siempre, pues me habéis enseñado a ser libre, a poder tener y hacer lo que quiera, no solo las cosas que conocéis o sabéis hacer, sino todo lo que os estáis perdiendo fuera de aquí… el mundo es inmenso y está lleno de maravillas.

En definitiva, agradezco que no dierais un duro por mí, pues en vez de quedarme encerrada en un solo mundo pequeño en el que no encajo ni puedo ser feliz, en vez de vivir condenada por vuestras barreras inexistentes de miedo e inseguridad, me habéis enseñado que vuestra cárcel no es mi sitio, que soy libre, que el resto del mundo está ahí para mí, que no hay nada que no pueda hacer, ver, aprender, conocer, inventar… no hay límites que no pueda superar o vencer, lo único que puede impedirme conseguir lo que sea soy yo y jamás tendré miedo de descubrir o aprender lo que necesite para ir más allá.

A todos los que no dabais un duro por mí, gracias. Por no atarme cuando estaba muerta de miedo y me moría de ganas de que alguien me dirigiera. Gracias por hacerme libre, gracias por todo. Ojalá algún día podáis sentir lo que yo siento hoy.

Desde lo más profundo de mi amor propio, renacida con mi propio fuego, sin depender de nada y de nadie… un alma liberada al fin con toda una vida por delante.

Feliz lo que sea que tenga que venir!!