La suerte que tienes

Ha pasado una semana desde la última vez que tuve el placer de ver sus ojos, sus pupilas oscuras clavadas en las mías con esa singular mirada que lo dice todo sin decir nada. Una semana que no le huelo, no le veo, no le siento, no le oigo… una semana entera… y sigo siendo feliz y sigo sintiéndome feliz y, por encima de todas las cosas, la persona más afortunada del mundo.

Hoy tuve la noche de colegueo, ¿por qué no? Unas cervezas, unas copas, rodeada de gente, conversaciones banales, trivialidades, estos y lo otros, sin más. Y qué sorpresa al darme cuenta, al cerrar el bar y quedarnos en confianza los cuatro de siempre, surgió la conversación.

Ella sufre, de sus cosas, la falta del trabajo, una enfermedad grave incurable y degenerativa, la falta de amigos, el anhelo de algo más. Él (mi hermano) la mira con condescendencia y sufre en silencio su angustia. No porque esté mal, sino porque ella no sabe ver la suerte que tiene de tenerle a su lado. Y claro que su vida es una mierda, desde su punto de vista… y no la juzgo. Pero ¿qué vida no lo es?

«Disfruta, amiga», le digo yo, mirándola con los ojos brillantes, envidiando la suerte que tiene de tener algo que no tengo yo, «la vida es una mierda, pero cinco minutos valen más que dos años de sufrimiento y, dure lo que dure, disfrútalo, que no llegue el día en que tengas que arrepentirte de no haber saboreado cada minuto bueno por haber perdido tu ánimo desgastado detrás de todos los malos»

«No sabes lo que sufro», me dice ella. Y yo la miro llena de amor.

«Ni tú lo que sufro yo, pero sí sé una cosa: que si no aprecias los pocos minutos buenos que te da la vida, si pierdes el tiempo pensando en todo lo malo, cuando llegue el momento no te quedará nada… y sea lo que sea lo que estés sufriendo, da gracias, valora y disfruta las pocas cosas buenas que tienes, es lo mejor que te vas a llevar de la vida»

«No es tan fácil»

«No, no lo es, la vida se acaba, hoy, mañana, pasado mañana… no sabes cuándo. Por eso sé que merece la pena vivir, disfrutar y valorar las pocas cosas buenas que tenemos. Créeme cuando te digo que lo bueno que tienes es lo mejor que tienes en esta vida»

Y así, sin más, agarro lo que queda de mi copa en un vaso de plástico y me vuelvo a casa a escribir esta entrada…

Lo bueno no es perfecto, lo bueno no es eterno, lo bueno es bueno cuando viene. Podría quejarme de muchas cosas, podría pedir muchas cosas; pero, sinceramente, las pocas cosas buenas que he tenido en mi vida, son tan buenas… que no valorarlas sería una estupidez por mi parte. La vida es una secuencia de obstáculos a superar, de problemas a resolver… y entre medias, la felicidad son esos momentos que tenemos que aprender a atesorar. No es lo que me falta, es la suerte que he tenido de poder vivir cada minuto bueno que he vivido.

Las cosas valiosas, sean como sean, son las pequeñas gotas de fuel que debemos usar para impulsarnos en la vida. Merece la pena valorar todo lo bueno que tenemos (y que seguro que otros envidian) en lugar de perder el tiempo en aquellas cosas malas que tenemos que aprender a combatir, a superar, a transformar… lo bueno que tenemos, por pequeño que nos parezca, es perfecto, es valioso y tiene un poder increíble si sabemos valorarlo.

Ojalá tuviera la suerte que tiene ella, ojalá ella tuviera la suerte que tengo yo. Pero, sinceramente, me siento afortunada de tener la suerte que tengo yo, pues aunque no tenga la suerte que tiene ella, los dioses saben a qué pruebas me enfrento cada día, qué obstáculos supero y cuán grande es mi recompensa. Ojalá ella pudiera verlo de la misma manera.

Por todas las cosas de las que no quejamos, por todas las cosas que deseamos… perdemos la oportunidad de valorar, apreciar y agradecer todas las cosas buenas, bellas y perfectas que tenemos.