8M, día internacional de la invisibilidad feminista

De todos es sabido que a lo largo y ancho de la historia las mujeres, invisibles, han sido el motor de la vida. Desde tiempos inmemoriales, la mujer se ha dedicado al cuidado de su tribu… al cuidado de sus hijos, de sus hombres, de sus familias, del alimento, de los animales, de la agricultura, de la conservación de las semillas, de vestir y proteger a los suyos, de arreglar lo que se rompe, de consolar cuando hace falta, de curar las heridas y un sinfín más de etcéteras que podría enumerar haciendo este post interminable.

Y sin embargo, la mujer sigue permaneciendo invisible, oculta en las sombras del mundo, como un potente motor incansable que sigue soportando el peso del correcto funcionamiento de su entorno.

Hoy en día nos creemos que somos visibles porque nos han concedido un montón de días en el calendario para celebrar que existimos. Nos dan fiestas, nos dan homenajes y nos dan algo de reconocimiento.

Hubo un tiempo en el que las mujeres pelearon por la igualdad, se manifestaron, salieron a las calles y realizaron innumerables actos para defender sus derechos, nuestros derechos, mis derechos. Y junto con ellas, se sumaron un montón de hombres que creían que las mujeres nos merecíamos la condición de ser sus iguales, hombres que reconocieron (y siguen reconociendo) nuestra labor, nuestra capacidad, nuestra existencia en el mundo.

Pero por alguna razón, todo eso ha quedado atrás. Después de siglos de movilización y lucha, las mujeres en la actualidad estamos más divididas que antes. Nos hemos obsesionado tanto en visibilizar nuestras pequeñas diferencias que hemos conseguido segmentarnos a nosotras mismas en fragmentos tan pequeños que hemos perdido nuestro poder para reclamar lo que queremos: ser iguales que los demás.

Antiguamente, los días como este servían para encuentros y debates sobre la situación social, económica y política de la mujer en la actualidad. Se trataban temas como los logros obtenidos y aquellos que faltaban por conseguirse, se ideaban planes y fórmulas, acciones para subir el siguiente escalón y alcanzar un nuevo objetivo en el ascenso hacia la igualdad.

Pero hoy ya no. Ahora este día se ha convertido en una fiesta comercial en la que las mujeres, como consumidoras de moda, salen a la calle con pancartas, ropa o insignias prefabricadas a pasar un buen día y a celebrar con una fiesta que seguimos estando situadas varios escalones por debajo del hombre en términos sociales, económicos y políticos.

Y lo más triste del asunto, es que ni siquiera se plantea la posibilidad del debate. Ya no podemos emplear este día para reunirnos a discutir qué queremos cambiar y cómo vamos a hacerlo. No, hoy el día es para celebrar que somos mujeres y que trabajamos. Nos autocensuramos a nosotras mismas a impulsar y debatir sobre la precariedad en la que vivimos, sobre la falta de recursos de nuestros entornos, sobre las maneras de afrontar las discriminaciones y cómo solventar la falta de credibilidad que estamos perdiendo.

Hoy en día, los días como hoy, siento que el papel fundamental de la mujer en la sociedad queda más oculto que nunca, sepultado bajo un montón de logotipos, imágenes de marca, insignias políticas diversas y falacias que nos hacen creer que por el hecho de que nos den fiesta hemos conseguido cambiar algo.

Sinceramente, es muy triste que lo único que hayamos conseguido sea caer en la trampa mediática del postureo permitiendo que, mientras salimos de fiesta a hacer el idiota como monigotes de un circo programado, otras entidades sigan dando pasos hacia atrás en el progreso de nuestra igualdad en el mundo como individuos.