Anonima Geek

Anónima, Geek… bruja, guerrera, libre, liberada. Esta es la historia ficticia de mi particular guerra real.

La niña de los cigarrillos

Contaba una leyenda popular que una menor se lanzó como una gata en celo sobre un viejo de 80 años en plan lascivo. Se decía que fue una treta orquestada entre varios menores, que mientras una se abalanzaba sobre el anciano pervertido y éste se azoraba, otra menor grabó con el móvil la secuencia. Fruto de eso, según corrió el rumor, los menores en cuestión chantajeaban con hacer públicas las imágenes si el viejo no les daba dinero… pero yo no sabía si eso era verdad. Por ahí se comentaba que el viejo acabó contándoselo a la madre de la niña y no se supo más. No hubo denuncias, ni investigación. Así que aquello quedó en leyenda.

Se da el caso de que el hijo de este señor era muy amigo mío y unas Navidades vino a mi casa a desahogar sus frustraciones y me confesó en confianza que creía que a su padre le pasaba algo. En aquel entonces, pensaba que a su padre lo estaba estafando un rumano, fíjate tú. Por lo visto, el viejo pedía más dinero en metálico del habitual y se escondía para hablar por teléfono y que su hijo no le oyera, cosa que nunca había hecho. A mayores, cuando le preguntaba contestaba con evasivas y se enfadaba mucho. Así que me pidió que estuviera pendiente, ya que él trabaja fuera todo el año, y le avisara si veía algo raro. Más que nada, por seguridad. Tenía miedo de que estuvieran timándole o engatusándole por dinero.

En qué hora accedí a meterme en todo lo que se me venía encima… y todo por una amistad que después de todo no ha sido correspondida. Asumo mi error.

Empecé a subir a ver al viejo de vez en cuando. Que si a podar, que si a desbrozar, que si a subirle comida para los gatos, si a tomar un café, que si a hacer la compra, en definitiva, cosas de esas. Una vez el señor me pidió que le comprara tabaco, no un paquete cualquiera, concretamente un Camel. Me extrañó y le contesté: “pero si tú no fumas, ¿para qué quieres un Camel?” Me rezongó enfurruñado y se fue renegando sin contestar. No le di mucha importancia, supuse que le hacía el favor a cualquiera que no fuera habitual del bar, pero sin más. 

En otra ocasión, que le acompañaba al súper, le sonó él móvil. Me fijé en el detalle porque su hijo me había avisado de que estuviera pendiente si escuchaba conversaciones raras. El viejo siempre contesta a las llamadas; pero aquella vez no lo hizo, sino que miró el número y colgó. Pero resulta que al teléfono le dio por sonar y la llamada se volvió insistente. Y cada vez que llamaba, el viejo colgaba y gruñía. Así que le pregunté qué estaba pasando. Por lo visto, dijo que era una operadora, un número que no conocía que no hacía más que llamar y que le daba el coñazo y que no sabía ni quién era ni qué quería.

“Anda, deja que vea, que si es una operadora te lo marco como spam y te dejan en paz” y el viejo me dejó el móvil y me pidió, además, que le quitara las notificiaciones de mensajes sin leer que por lo visto le molestaba mucho que le saltaran.

Hice lo que me pidió y me fijé en que el número de teléfono en cuestión llamaba insistentemente. Me pareció sospechoso que no supiera quién era y que tuviera tantísimas llamadas todos los días. Incluso llamadas contestadas. Fiel a la promesa que hice a mi amigo, cogí el número y se lo mandé por WhatsApp.

“Nene, llama a este número a ver quién es… que llama muchísimo a tu viejo y lo mismo tiene que ver con lo que me dijiste”, le escribí sin decirle nada al viejo.

Estando en la casa, recogiendo la compra, el hombre me invitó a una cocacola y estuvimos hablando un rato. El caso es que sonó el móvil y, esta vez, salió del salón para contestar la llamada. Al mismo tiempo, mi amigo me contestaba al WhatsApp con el siguiente mensaje:

“Ni idea, es una operadora o algo, no pasa nada”.

Entonces escuché las voces al otro lado de la puerta… las del viejo y las de su interlocutora. ¿Adivináis quién? La menor de la leyenda llamaba para pedir explicaciones de por qué la había llamado su hijo al móvil. El sujeto se azoró. De primeras me miró furioso, pero le contó a la niña que yo le había debido pasar el número al muchacho. ¿Y quién era yo para darle el número de la niña a nadie? Gran pregunta, me estaba haciendo en ese momento. Que no tenía por qué llamarla nadie, que a ver qué estaba pasando. Y yo pensando para mis adentros: “¿porque tu hijo me dijo que te estaban acosando y estaba preocupado?”.

Tras la llamada se hizo el silencio. Yo me ahogaba en mi camisa de once varas. No entendía ni por qué me había metido donde no me llamaban ni sabía cómo gestionar la situación. No daba crédito, no podía ser, alguna explicación habría.

Pero no. El viejo se sentó delante de mí sin decir nada. Estuvimos un rato callados. Finalmente confesó. Para mi estupefacción, en lugar de desmentirlo o inventar una excusa o cualquier historia, simple y llanamente confesó. 

Entre en shock. Entre los detalles de todo tipo que me daba y lo surrealista de la situación, se me cerró el estómago un mes. ¡Qué pesadilla! No sabía qué pensar, qué hacer ni qué decir. Así que aquella bola se atragantaba dentro de mí y me torturaba. Pasé mucho tiempo dándole vueltas. ¿Y ahora qué? ¿Cómo se enfrenta algo así? ¿Debía decírselo a mi amigo? ¿Tal y como me lo había contado su padre? Por su puesto al padre le dije que eso no estaba bien, que era un delito, y que iba a matar del disgusto a su hijo. Sé que soy liberal, pero aun así, entiendo lo que dice la ley y entiendo las consecuencias que pueden desatarse de algo así. Está penado con la cárcel. Abuso a una menor… ya no era cuestión de consentimiento, era un delito confeso tal cual. Me hizo jurar que no le contaría nada a su hijo y me prometió que aquello se acabaría. Bloqueé el número de la niña y me fui de allí hecha un mar de líos, sintiéndome culpable y al mismo tiempo responsable de algo que no tenía nada que ver conmigo. ¡Qué cargo de conciencia! ¿Cómo lo hacen los demás?

Si se lo contaba a mi amigo, le hundiría en la miseria. Si acababa ahí, bueno, pero ¿y si no? ¿y si iba a más? ¿qué implicaciones podría llegar a tener algo así? ¿debía denunciar a Servicios Sociales? ¿cómo se detiene algo así? ¿me creería alguien? Y lo que era peor, ¿si el hijo había hablado con ella por qué me había dicho que era una teleoperadora? ¿me había mentido? ¿por qué? Y de la forma más tonta, porque él no sabía que estaba allí en ese momento. Qué caos. Qué puta manía tengo de estar siempre donde no tengo que estar para enterarme de lo que no quiero enterarme. Menudo compromiso. Y aún había más. El mismo viejo, en su confesión, me contó como verdadera la historia del teléfono que corría por el pueblo como un rumor siniestro, y añadió que con cargo de conciencia llegó a bajar a hablar con la madre de la criatura para explicar el suceso y disculparse. O sea, ¿los padres lo sabían? Chungo banana.

Durante un tiempo decidí alejarme de la historia de terror. No de terror porque nadie hiciera un daño macabro a alguien, sino de terror porque tuvieran el atrevimiento de contarme semejante historia con ningún tipo de remordimiento ni sentimiento de culpa. Me la justificó, de tal manera me la quiso hacer parecer normal que se me revolvió el estómago.

Tiempo después empezaron a volar los rumores por todas partes. Por lo visto debieron volverse descuidados y todo el mundo empezó a hablar de si los habían visto en tal o cual sitio haciendo tal o cual cosa. Yo no decía nada… escuchaba y preguntaba, ¿en serio? Y para mi espanto, confirmaban y confirmaban y hablan de eso totalmente en serio. Era real.

Incluso una persona con un cargo de cierta responsabilidad (que no voy a nombrar) llegó a contarme que el mismísimo alcalde, durante una reunión con otros políticos reputados de su partido político, sorprendieron a la pintoresca pareja saliendo de entre los arbustos con la ropa desbaratada y muy acalorados. Todo el mundo empezó a hablar de eso. Que si qué vergüenza, que si qué depravación, que si qué asco, que si pobre él, que si pobre ella… esas cosas.

Finalmente, sentí la necesidad de hacerle llegar la noticia a mi amigo antes de que viniera de vacaciones y tuviera que escuchar lo que se decía de su familia. Me parecía demasiado duro. Pero no tenía valor. Así que se me ocurrió la idea de contárselo una noche a un amigo en común, alguien en quien ambos confiamos y que sé que tiene mucha más mano firme para enfrentarse a cosas peores que esta. Si alguien podía hacer algo, ése era Piel de Oso. Alivié mi cargo de conciencia contándole todo lo que llevaba escondido dentro de mi estómago y me escuchó con paciencia hasta que acabé el relato. 

“No te preocupes, tía, yo hablo con él, eso hay que pararlo”.

Así que eso fue lo que pasó. Quedó en manos de una tercera persona mediar la situación. Sé que lo hizo, porque me lo contó. Pero la situación está como está.

Actualmente, tenemos un anciano manteniendo relaciones sexuales con una menor, una menor que mantiene relaciones sexuales a cambio de tabaco, un hijo desesperado con temor (y son sus palabras) a que “se quede embarazada y le quite la herencia por la que ha trabajo toda su vida” que ha puesto vigilancia en la casa para que no entre pero que no ha denunciado mi ha metido al viejo en una residencia ni ha impuesto otras medidas que impida que se vean fuera de la casa, padres adoptivos que cobran por los niños y están supuestamente informados que cierran los ojos y miran para otro lado, autoridades que los han pillado in situ y todo un pueblo hablando y verificando la historia confirmada y requeteconfirmada y ¿a nadie le importa?

Pues no, por lo visto eso es mucho más tolerable que lo que yo pueda escribir en este blog para desahogar la rabia y la confusión de tener que lidiar con el problema moral de vivir rodeada de una sociedad que tolera cosas como esta. Lo más gracioso es que quisieron darse por aludidos y quisieron interpretar mi blog como una acusación problemática cuando ni he dado nombres ni apellidos ni datos ni he denunciado el caso a las autoridades, cosa que quizá debería haber hecho pero que, sinceramente, nunca supe cómo hacerlo. Ofenderá más este relato que el hecho de que vivimos en una sociedad que critica y juzga a la par que consiente una relación sexual interesada entre un señor de 80 años y una menor de edad.

Todo el pueblo lo sabe, todo el pueblo habla de ellos, todo el pueblo cuenta la historia con detalles mucho más repugnantes y explícitos de los que me atrevería a escribir aquí. Yo sólo he sido la última en poner por escrito la historia que todos están contando. Y yo me pregunto: ¿qué estamos tolerando? ¿quién encubre a quién? Si sabéis que está mal, ¿por qué me juzgáis a mí y nadie denuncia a las autoridades? Al fin y al cabo, mi palabra no vale nada y con vuestras habladurías nunca acudiríais a testificar a un juicio para contar todo lo que contáis en los bares sólo porque alguien como yo, a quien tanto odiáis, se atreva a poner una denuncia de semejante calibre.

La cosa es que cuando pasó lo de los coches y empecé a subir a desbrozar la finca, idea de mi colega para que sacarme algún dinero, empezó a correr el rumor de que me beneficiaba al viejo. Empezaron a hablar de eso para encubrir a la chiquilla y relajar el ambiente. El resultado fue que dejé de subir a trabajar a la finca y acabé por dar de lado al hijo. Mucho protestar, mucho ser amigos… pero a la hora de la verdad, ni solucionaba nada del asunto de su padre ni se atrevió a dar la cara por mí. Fue uno de los que más me dolió que me dejara de lado por miedo a las habladurías que corrían sobre mí en los círculos en los que él se mueve. ¿Su excusa? Miedo a tirar la imagen y el prestigio de su padre a la basura. Pero eso ya está hecho, ¡ya lo sabe todo el mundo! ¡Ya lo ponen a parir por viejo verde y por abusar de una menor! Y a la niña también. ¿Y los padres? Ni idea, todo esto escapa a mi comprensión.

Debe ser más fácil esconderse en los bares que enfrentar los problemas. Como digo siempre, cuestión de prioridades. Ni lo entiendo ni lo entenderé, no soy capaz de adaptarme a esta dinámica de aceptación de los delitos terribles que suceden en este pueblo. Todo lo tapan igual: silencio, violencia, fiesta… y el problema es que no soy capaz de aceptar un mundo así. 

¿Sabéis algo que la gente no piensa y que a mí no se me va de la cabeza? Mi bebé. Yo iba a ser madre y perdí a mi peque en el tercer mes de embarazo mucho antes de venir a vivir aquí. Y me alegro, Dios sabe que me alegro. Siendo mi pequeño, tratándome como me tratan a mí, consintiendo lo que consienten aquí, ¿qué clase de vida habría llegado a tener mi bebé sólo por ser hijo de su madre? Si hacen estas cosas con su gente, si me hacen estas cosas por ser distinta, ¿qué no le habrían hecho a mi peque si actualmente viviera y estuviera aquí conmigo, en este lugar? No quiero ni imaginarlo. Porque no sé de qué sería capaz si a mi pequeño le hubieran tocado un sólo pelo de su preciosa cabecita. No sabéis lo que agradezco ahora la suerte que tuvimos de que, aunque no pudiera verle crecer, pueda estar tranquila sabiendo que allí donde está, se encuentra a salvo de vuestra maldad. Estáis podridos.

Deja un comentario

ADVERTENCIA

Este blog es pura ficción, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia y sólo demuestra que tienes un problema severo de autoestima y protagonismo. No seas ególatra!! Se trata de mí, no de ti, por una vez en mi vida.

Además es como la peli del Makinavaja: va a ofender a todas las insituciones posibles habidas y por haber… así que si te ofende, es que hice bien mi trabajo o te autoidentificaste como parte del problema social.

Colaboran y ¡ME SOPORTAN! (no sé muy bien por qué):

Estos chicos se lo merecen más que yo, están ahí siempre aguantando todo lo que no llega a publicarse. Estírate un poco y échame una mano parara poder recompensarles:

Recuento de lectores, cotillas y mirones:

  • 27.581 Entre frikis, lovers, haters, miembros de la Guardia Civil, personajes de mi pueblo, desconocidos y otros paranormales...

La biblioteca!

También me gusta

Si no eres de acordarte de los enlaces, clicka para recibir actualizaciones por correo electrónico.

Únete a otros 121 suscriptores
Asociación Bagauda

Arte, Ecoturismo y Desarrollo Rural Sostenible

AHM_ART

Cultura, turismo y patrimonio histórico en Sierrade Francia y provincia de Salamanca

deGRisel

Creaciones

Un rincón para pensar

Un lugar donde sacar cómo nos sentimos y desahogarnos un poquito

El descanso del Onironauta

"El umbral de tus sueños. Y si insistes, de tus sombras también"

Poesía eres tú

Blog de relatos cortos y poesía.

Cenizas de Aurora

Escribir es una parte distintiva de mi ser. Siempre acudo a la escritura para salir de la realidad y también para entrar y profundizar en ella. Escribiendo analizo y entiendo mejor la vida y sus persona-jes. Escribiendo me suelto, y recuerdo y fijo las memorias. Por primera vez me decido a mostrar lo que escribo: ideas, historias que tejo, que la gente me deja en su tránsito, o me hace imaginar con su actos o palabras, cosas que recuerdo a medias o apenas intuyo, invenciones, literatura procesada, escenas vividas y soñadas, recuentos de dolor y exilio, de abandono y pérdida, de mucho amor mezclado con todo lo anterior. Ojalá me encuentren, se encuentren un poco, disfruten y estos textos los hagan pensar y sensibilizarse. Gracias por leer-me.

Fotografia Artistica

Blog di fotografia: news, fotografia artistica, maestri della fotografia, tecnica fotografica, fotocamere, tutorial Photoshop, corso di fotografia gratuito

Imagenes Educativas

Recopilación de las más interesantes imágenes educativas

REFORMAS Y DISEÑO

En ROLLORCA S.L, ofrecemos una gama completa de servicios de reformas y diseño de interiores para satisfacer todas tus necesidades. Ya sea que estés buscando una renovación completa o simplemente quieras rediseñar el interior de tu espacio, estamos aquí para ayudarte. Nos enorgullece ofrecer soluciones personalizadas para cada cliente. No importa el tamaño del proyecto, nos comprometemos a proporcionar un servicio excepcional y a garantizar tu satisfacción. Contáctanos hoy mismo para empezar a transformar tu espacio.

Aprendiendo Español

¡Dream Big Miga!