No me sale del coño

El problema de haberte roto tantas veces no es que no sepas arreglarte, al contrario, te acostumbras y cada vez que tienes que volver a empezar de cero, cada vez que te caes, que te hieren, que te tumban, que traicionan o te destrozan te recompones más rápido y con más soltura. El problema es que llega un punto en que no es que no sepas qué hacer, es que ya no tiene sentido.

Vivir así, de palo en palo, de gilipollas en gilipollas, de mentiroso en mentiroso y de trauma en trauma te condiciona de tal manera que llega un momento crítico en el que ya no te apetece volver a construir nada. ¿Para qué? Si siempre viene otro payaso y se lo carga (o payasa, no discrimino por sexo, raza ni edad, gilipollas los hay de todos los colores).

Todo el mundo me dice que puedo volver a empezar, que soy fuerte y que puedo lograr lo que quiera. YA LO SÉ, soy consciente de mis capacidades y de mis conocimientos y de mi experiencia. Gracias mundo, por primera vez en la historia (sólo han tenido que pasar 36 putos años de mierda) se me concede el valor que me merezco. Ya sé quién soy, siempre lo he sabido… lo que pasa es que ahora os estáis dando cuenta.

Pero no. No es eso. No es mi autoestima ni mi depresión ni la presión psicológica de este pedazo de mierda que me ha tocado en los últimos meses (¿o será ya un año que este infraser apareció a perturbar el equilibrio de mi fuerza?), no quiero ni pensarlo. Ya le llegará cuando le toque si es que no tiene bastante consigo mismo tal y como está ahora.

La cuestión es que ya no me apetece volver a recoger mis pedacitos, armarlos con paciencia y reconvertirme en una nueva pieza de joyería artesanal, única y valiosísima para que venga otro pedazo de subnormal (o subnormala) a joderme el invento en pedacitos sólo por que le parezca que puede. No quiero, no tengo ganas.

Estoy rota, me he roto mil veces, me han roto mil veces, por dentro y por fuera, en cuerpo y alma… y es horrible vivir con todas esas experiencias silenciadas sólo porque a la larga lista de trastornados (y trastornadas) de mi vida les da vergüenza ver lo que han hecho conmigo, sentirse responsables de su obra. Pues bien, gente, gentecilla y gentuza, así se van a quedar los pedazos rotos que componen mi estado emocional, físico y psicológico. No me da la gana de fingir que no ha pasado, de poner buena cara como si fuera una niña de veintipocos con toda la vida por delante.

NO ME SALE DEL COÑO.

Porque ya no tengo veinte años, porque ya no soy simpática, porque estoy rota y arrastro secuelas terribles que jamás desaparecerán de mi vida, porque no me apetece fingir que no ha pasado nada, porque no me apetece pasar por el circo de restarle importancia a las putadas que hacen algunos infrahumanos a modo de broma. Esto es lo que soy, una tía de treinta y muchos cansada y agotada de tener que levantarse del suelo cada vez que otro la empuja. Una mujer que está hasta la seta de pelearse con la vida, con el mundo, con jefes misóginos, novios machistas, maltratadores, maltratadoras, gente estúpida y falsa y que ya no se ríe de las mierdas de bromas casposas que hacéis en los bares puestos hasta el culo de alcohol y de lo que no es alcohol.

Soy una muñeca rota y luzco con orgullo y muestro con orgullo los pedazos rotos de mi vida y de mi alma porque es lo que hay. Si no os gusta el dolor, no os gusta la seriedad, no os gusta que os digan a la cara: no te trago; haberlo pensado antes de jugar a herir a gente que no se lo merece.

No habrá más versión idealizada ni romántica. Como dice Tylor Durden: «somos la mierda cantante y danzante del planeta«. No es que no vaya a salir de esta, es que no voy a construir más nada. Se acabó el esforzarse. NO OS LO MERECÉIS.