«Esa Zorra»

Me está costando mucho trabajo ponerme a publicar entradas al blog, ya lo sé, pero es que llevo unos meses de un no parar que no sé ni cómo narrarlos.

Lo bueno es que me he sacado dos titulaciones en los últimos meses y tengo ya varios proyectos casi terminados para poder ponerme a unir cabos y dar forma a algo que aún no se puede contar. Además va a publicarse el famoso primer libro, lo que conlleva muchas correcciones, a parte de hacer yo misma las ilustraciones. Oh, también he vuelto al ruedo con la maquinaria (ya ves, al final las aguas vuelven a su cauce) y como en mi pueblo no se me ha perdido nada estoy haciendo colaboraciones con otras personas y lugares. Un gran viaje, sin lugar a dudas.

El caso es que ahora que tengo vida y salgo y todo eso, me siguen llegando injurias muy directas a la cara. Una concretamente, está tramitada por via legal y me gustaría aclarar (vosotros sabéis quiénes sois) que según qué amenazas y en función de quién provengan pueden considerarse prevaricación. Espero que seais conscientes de que hay testigos del suceso, así que me conformo con una explicación. Si no, tendré que replantearme las cosas y tomar medidas en el asunto. Ya me teneis aburrida.

Con respecto al Expediente X de los carteles fantasma de las prohibiciones inexistentes: buen intento, pero os recuerdo que ese truco lo inventé yo. Intentar prohibirme el aparcamiento en mi propia casa… ayer por la noche no he visto ningún cartel avisando de que los coches molestasen, aunque sí que tenéis escondido uno prohibiendo los coches en mi calle y no he visto ninguna multa todavía. Supongo que no se puede echar a un pueblo entero de su propia casa.

¿Lo mejor? Ayer después de una tarde intensa fuimos a bañarnos para quitarnos el estrés. Según salía del agua me encontré con un fulano que nada más verme me dijo que le sonaba mucho de unas fotos en unas cuevas con pinturas rupestres (de mi anterior blog) y acto seguido me soltó literalmente:

«Ya sé quién eres, he oído hablar muy mal de ti»

Me salió una sonrisa que no sabría explicar, no sé si me sentí alhagada, orgullosa o sarcástica. Así que estiré la mano para saludar y, apretando con todas mis ganas y la firmeza de una persona que trabaja con maquinaria pesada, le dije con sencillez:

«Sí, yo soy La Zorra de (nombre del pueblo aquí)».

Me soltó la mano y se alejó de nosotros. El colega que había venido conmigo estaba flipando. Pero la historia no quedó ahí. Después de cenar, el tío andaba rondando cerca de nuestra mesa y cuando se despejó el chiringuito y mi compa se puso a hacerse un cigarro de liar, el fulano vino a husmear.

«Ey, tío, ¿eso es hierba?»

«No, es tabaco de liar», contestó mi colega empezando a crisparse.

Cerca de nuestra mesa, nos miraba el dueño del chiringuito estudiando la situación.

«Ya, claro, dame unos tiros cuando lo enciendas, que me apetece un porro»

«A ver, tío,» contestó mi colega, «que no es un porro y no te voy a dar nada, que no te conozco de nada»

«Venga, tronco, enrróllate. Me he metido unas rallas y me apetece un porro».

El dueño del chiringuito empezó a tensarse preocupado y mi colega estaba a punto de saltar intentando quitárselo de encima. El tipo insistió. Y para evitar conflictos, di un golpe en la mesa con mi vaso de cocacola, encendí un cigarro y contesté yo:

«A ver, tío, te digo lo mismo que le dije a la guardia civil, si encuentras droga en esta mesa te la quedas. Ni consumimos ni compramos ni vendemos ni transportamos. Y si has oído hablar mal de mí ya sabes de qué soy capaz. Las personas que te han informado pagarán por sus pecados ante un juez y yo ya he demostrado lo que tenía que demostrar y tengo la conciencia bien tranquila. Así que haz el favor de irte a tomar por culo y déjanos en paz.»

Después de aquello, el fulano se alejó de nosotros y se quedó en su mesa. La tensión se calmó, pagamos la cuenta, nos despedimos de los dueños (que lo flipaban desde la barra) y nos marchamos a nuestros quehaceres.

Los nombres y procedencias están apuntados junto con el resto de la información, de modo que os recomendaría encarecidamente que me dejáseis en paz o al final acabaremos teniendo problemas serios en un juzgado de verdad.