Drama: el entretenimiento de los desocupados

Es un género inventado en la antigüedad. ¿Por qué el drama? Porque entretenía a las personas, les daba algo de lo que preocuparse y algo con lo que evadirse de sus rutinas y realidades. Algunas culturas lo utilizaban para divertirse, otras para evadirse, en la actualidad, nos dan ficción y drama para mantenernos despreocupados de los asuntos políticos y las cosas que suceden en el resto del mundo.

Drama:

(Del lat. drama, y este del gr. δρᾶμα).

1. m. Obra perteneciente a la poesía dramática.

2. m. Obra de teatro o de cine en que prevalecen acciones y situaciones tensas y pasiones conflictivas.

3. m. Suceso de la vida real, capaz de interesar y conmover vivamente.

4. m. dramática (‖ género literario).

Pero hay algo más. El drama es un estilo de vida para algunas personas. Hay personas en este mundo que tienen el drama como forma de vida. Hay personas que viven su día a día constantemente como una aventura épica y fantástica en la que cada segundo, cada palabra y cada gesto tiene un significado profundo.

¿Por qué? Necesidad. Las personas humanas necesitamos que nuestras vidas signifiquen algo.

Por eso se inventan las religiones, las historias y por eso ahora se llevan la imagen de marca y la responsabilidad social corporativa. Necesitamos sentir que servimos para algo y que somos importantes, que formamos parte de algo. Y la mayoría de las veces se nos olvida que para formar parte de algo hay que construir algo.

¿Nos conformamos con vivir la vida que nos plantean? Es posible.

Algunas personas intentamos trabajar y salir adelante, hacer algo propio. La verdad… llega un momento en la vida en que tienes que plantearte qué estás haciendo y qué vas a hacer, qué quieres que signifique tu vida. Es un momento en el que decides plantearte un objetivo. Y, a partir de ahí, comienza el proceso de madurar.

Cuando tenía 13 años… de ahí hasta más o menos los 17 o 18, mi vida consistía en levantarme, hacer el pringado en el instituto, tener los deberes hechos antes de que comenzara la clase, procurar saltarme alguna que otra clase. Era divertido pasar las tardes isn hacer nada y tener todo el tiempo del mundo para meterme en líos antes de que llegara la hora de volver a casa.

Cuando entré en la universidad, el proceso fue más complicado. Con 18 años me fui de casa de mis padres y comencé un viaje del que todavía no he regresado. Todo lo que tenía que hacer era seguir aprobando exámenes, tener listas las prácticas y el resto del tiempo, como vivía fuera de casa de mis padres, sólo tenía que ocuparme de que quienes pagaban mis gastos siguieran haciéndolo y de hacer lo que me apeteciera.

Un casi matrimonio después y un par de errores en el camino. Pero estaba a mitad de carrera y tenía dinero. ¿Qué más se puede pedir? Hice todo lo que quise (Madrid fue una de esas cosas). Estuvo bien. Con sus más y con sus menos. Pero estuvo muy bien.

Y llegó el momento. Fin de carrera, ¿ahora qué?

Me había pasado toda la vida disfrutando de mi tiempo libre y gastando el dinero que tenía. Terminaba la carrera y me quedaba sin recursos. No tenía a dónde ir ni sabía qué hacer. ¿Opciones? No las había pensado. Eso me llevó a dejarme algunas asignaturas para ganar un año más. Ese último año lo dediqué a pensar en qué haría después.

El año pasado fue cuando decidí que quería montar una empresa y vivir en un mundo que no se parece al que nos venden en la Universidad ni a Madrid, con un tipo de clientes distintos a los que nos proponen las grandes empresas. Encontré mi escuela, encontré una fuente de financiación estable y cambié de ciudad.

De modo que ahora me veo obligada a trabajar contínuamente para sacar adelante todos y cada uno de mis proyectos con la esperanza de que sirvan para lograr mis objetivos.

Es curioso, ya no tengo tiempo para dramas. Tengo trabajo, tengo tareas domésticas, tengo facturas, tengo obligaciones… ya no me importa si el último comentario de algún amigo/a me molesta, ya no me preocupa si a mis ex les va bien o mal, ni me cela que se acuesten con otras. Estoy centrada en un montón de fechas de entrega y de proyectos que no avanzan, de códigos de programación que se atascan y de diseños que no llegan a término.

Ya no busco significados ocultos en las palabras de otras personas, ni a sus silencios. Creo que me estoy volviendo pragmática. Estas cosas son las que me hacen evaluar el drama de los demás de esta manera. Creo que hay personas que necesitan tener obligaciones y responsabilidades. Marco, V, tal vez… si tuvieran cosas realmente importantes que hacer, si tuvieran la obligación de salvar sus culos del desastre y de luchar contra el hambre y las facturas a fin de mes… quizá entonces tendrían drama más que sufiente y dejarían de convertir sus vidas en absurdas comedias dramáticas sobrevalorando a su alrededor todo cuando no tiene ningún sentido práctico en términos reales. Y dejarían, tal vez, de mandarme mensajes a las 3:00 am diciéndome que no pueden dormir. ¿Realmente esperaba que estuviera despierta? En fin…

¿Marcas? ¿Significados? Todo es demasiado trascendental, todo es demasiado importante, todo se convierte en un esfuerzo, un trabajo de más para quienes sí tenemos motivos para preocuparnos por cosas reales. ¿Será hora de replantearme mis relaciones sociales? ¿Tal vez debería pensarlo de nuevo?