La promesa del lago

«Deberías venir antes de que nos confinen, que no tardarán«.

Un pitido, una luz, un mensaje de Whatsapp en la pantalla de mi teléfono móvil nuevo… y se me abrieron los ojos de par en par. Ya, el mensaje no tiene nada de extraordinario, es anodino, simple, sencillo, nada especial. Pero lo que hace a ese mensaje especial son las circunstancias que lo rodean, el contexto, su origen, su procedencia y lo que significa para los implicados.

Hacía un montón de años empecé a escribir en este blog entradas sobre un misterioso brujo que puebla mis sueños y mis más excéntricas fantasías (no voy a describirlas… buscadle por aquí y tirad de memoria). Una vez, hace mucho, mucho tiempo, le prometí que jamás le daría problemas y que siempre estaría ahí para lo que necesitara. Y hace un par de años, antes de iniciar mi pacto con el diablo, Efraín vino a verme y nos hicimos una promesa mágica una tarde en un lago.

Obviamente, durante la tortura del experimento con el demonio le mantuve al margen. Tan hasta el margen le quise mantener que tuve que sacarlo de mi vida para protegerlo. Y sufrí… pero me juré que Aker jamás sabría nada en absoluto sobre Efraín y que Efraín no sería un daño colateral en mi vida. Durante la vorágine tóxica, el brujo dio con una manera de ponerse en contacto conmigo y logró enviarme un mensaje que sólo yo podría identificar.

No conocía al remitente y tampoco tenía idea de cómo había logrado encontrar esa cuenta de correo electrónico mía porque nunca se la había dado. Pero me encontró. Pensaréis que la ubicó en Facebook, pero ni siquiera tenía abierta esa cuenta, cerré todas mis redes cuando Aker entró en mi vida para evitar ser perseguida, acosada y espiada por sus secuaces. La soledad fue el precio de mi libertad y de mantener indemnes a mis seres queridos. De modo que cuando recibí aquel mail no pude evitar retomar el contacto con él, al fin y al cabo, lo había prometido.

Hablamos a escondidas por teléfono, por mail y por mensajes… se lo conté todo o casi todo y le conté mis planes para liberarme y recuperar el control de mi vida. Jamás me pidió una explicación ni me juzgó. Sólo me escuchó paciente y de vez en cuando me consolaba diciéndome que estaba seguro de que encontraría la manera, de que podría con todo y de que estaría al otro lado si le necesitaba.

Todo sucedió muy deprisa y de forma muy dura. Ya he escrito sobre eso, así que ahora voy a escribir sobre esto, prometí contarlo en un nuevo post.

Efraín nunca se separó de mi lado ni aun cuando yo hube de hacerlo. Justicia kármica, supongo, porque hubo un tiempo al principio de todo en que él se asustó de la intensidad de nuestra vibración y me sacó de su vida temporalmente hasta que pudo asimilar que mi existencia en su mundo era real. Pensaba en mí tanto como yo en él, porque siempre hemos pensado el uno en el otro desde que el mundo es mundo, y me añoraba y se preocupaba de mí. Así que cuando logré alejar a Aker de mi vida y su toxina empezó a desvanecerse de mi organismo y empezaron las fiebres, los sudores, los dolores en general… vino a verme.

Vino a verme porque yo se lo pedí. Nunca lo había hecho, nunca jamás nos hemos pedido nada, pero le contaba cada día cómo estaba, cómo evolucionaba mi toxina, cómo me sentía y cuánto sufría cuando sufría y él estaba ahí, al otro lado… en un terrible momento de debilidad le dije que le necesitaba, que le echaba muchísimo de menos y que añoraba que sacara lo mejor de mí en cada momento. Confesé que no podía recordar con claridad algunas cosas pero que el olor de su piel persistía en mis recuerdos dándome las fuerzas que necesitaba para aferrarme a algo bueno que me ayudara a ser fuerte. Le dije tantas cosas…

Así que vino. Y a pesar de que yo no estaba en plenas facultades, me acompañó unos días y fue todo lo que debía ser. Soportó muchas cosas, tuvo paciencia, fue cariñoso, amable, educado… y me dio todo el amor que no recordaba que podía darme. Todo aquello que no era más que la sombra del mundo que habíamos construido tiempo atrás. Recordé las enredaderas de mi magia desplegadas entre las hileras heladas de la suya, los torbellinos brillantes de su torre, las estalactitas y estalagmitas que se alzaban abrazándose a nuestro paso cuando nos encontrábamos de casualidad. Y en medio de la oscuridad, la magia del brujo regresó a lo más profundo de mi alma abriendo y desbloqueando el primer punto de luz que daría paso al resurgir de todo mi poder.

Efraín me había devuelto mis alas. Cuando se marchó no había arreglado nada, pero me había dado algo que había perdido que fue la semilla del nuevo comienzo y que me hizo resurgir. Y funcionó.

Por eso aquel mensaje tenía tanto significado para mí. Porque después de aquel momento le juré que nunca jamás volvería a dejarle solo, que siempre estaría ahí y que si algún día me necesitaba, me echaba de menos o simplemente deseaba verme y no podía venir, lo único que tenía que hacer era hacérmelo saber y movería cielo y tierra y rompería todas las barreras y acudiría a su encuentro sin dudar.

Así que, básicamente, cuando leí aquello supe que algo pasaba y supe que él me necesitaba. Efraín nunca me obligaría a ir, ni me lo pediría expresamente para no hacerme sentir obligada a acudir. Su insinuación fue precisa para mí, no obstante, de modo que hice números y salí para allá.

El páramo… si aquí en Sangrilá siempre hace sol, allí el clima tampoco se queda atrás. Pero la sorpresa fue la siguiente: Filomena había congelado todo el camino. Todo era como Narnia a mi paso: hielo, hielo y más hielo. Un mundo congelado y gélido entre los dos. Y un decreto ley que decía que no se pueden cruzar las fronteras. Pero yo no uso las carreteras… volé hasta el páramo como una sombra sin dejar tras de mi siquiera una estela. Fui rápida como el viento, tan rápida que batí mi propio récord. Y me presenté en su torre.

De nuevo allí comprobé que nada había cambiado desde la última vez. La torre era su refugio, su hogar, su mundo interior creado por y para la posteridad. Y su energía, tímida y bacilante se encontraba desordenada por todas partes. Nos miramos a los ojos, como siempre hemos hecho, para ver en nuestro interior, y todo el mundo se deshizo a nuestro alrededor. La luz que él había restaurado en mi interior se había convertido en el intenso fuego que él necesitaba en ese momento para restaurar el equilibrio en su mundo. Todo su desorden giró a nuestro alrededor recobrando el sentido y la compostura.

Más adelante, cuando todo se hubo tranquilizado, pude saber algunas cosas de las que no me había dado cuenta nunca. Sé que es inseguro, sé que es posible que esté confuso respecto al mundo que nos rodea y al significado de mi existencia en su vida, sé que no comprende nuestro destino como yo lo comprendo porque no tiene recuerdos de otras vidas. Hablamos… a nuestra manera, pero hablamos, y supe que mi presencia y nuestra conversación le ayudaba a sentirse mejor. En algún momento detecté un atisbo de inseguridad sobre lo que yo podía pensar acerca de su persona, ¿teme no gustarme si me contara la totalidad de su realidad?

«Gracias por venir«, susurró en mi oído y besó el lóbulo de mi oreja haciéndome sentir un agradable escalofrío.

«¿Bromeas?«, le dije burlona, «te dije que sólo tienes que pedírmelo«.

En ese momento me sentí inspirada, sus dedos recorrían mi espalda y mi piel se erizaba. Quise mirarlo de frente y me senté en su regazo para poder contemplar su expresión. Él rió suavemente y me acarició un rizo rebelde que caía sobre mis ojos.

«Te podían haber detenido, está prohibido«

«Pueden construir barricadas, si quieren… si quieres que venga, dímelo y vendré, no podrán impedírmelo. Me he saltado la ley por cosas peores y nunca me han cogido, no van a cogerme por venir hasta aquí«, puso los ojos en blanco, sabía que hablaba en serio.

Recorrió mi cuello con los labios y temblé de placer.

«No hay tanto como imaginas«, me dijo en un momento, refiriéndose supongo a lo que se esconde detrás de la fantasía que cree que hemos recreado en nuestros encuentros.

«Sé que nunca me harías daño,» le dije y sus ojos se iluminaron» sé que nunca me mentirás, sé que nunca me prometerás nada y sé que no me vas a pedir nada…«, sonrió», sé todo lo que necesito saber de ti para ser feliz.«

Entonces su expresión cambió, sus manos se cerraron fuerte entorno a mi cintura desnuda y se fundió contra mí. Después de todo, ambos sentíamos el agradecimiento de tenernos el uno al otro y la necesidad de expresarlo renovando nuestros votos con nuevas promesas legítimas. Como aquella tarde en el lago.