El acuífero: Ockham

Hay dos cosas que ya no se hacen en la vida moderna: estudiar/leer y aplicar la sabiduría de los grandes clásicos en la vida real. Supongo que pasarme la mitad de mi vida enfrascada entre los renglones perdidos del conocimiento me ofrece, a veces, una ventaja cognitiva que no tienen la mayoría de mis rivales contemporáneos. 

Esquema útil de la vida moderna:

Juego con amigos en la calle y/o en videojuegos

Estudio y Bar+memes.

Curro y Bar+memes.

Noticias frescas, gente: los memes del Facebook no ofrecen el mismo nivel de conocimiento que la literatura clásica… aunque os burléis de los grandes sabios de la historia y los llaméis “coñazo”.

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La comunicación es como el agua, es algo que fluye por diversos canales, en diversas direcciones, desde diversas fuentes, cruzándose y entrelazándose. En mis tiempos, la comunicación era lineal, pero las redes sociales e internet la han convertido en telarañas intrincadas con un esquema muy parecido a los dibujos y fotografías que se pueden en ver en la red sobre neuronas y todo eso. Muy interesante. Hay cientos de puntos interconectados entre sí, cientos de líneas y de interferencias… el mundo es más complejo de lo que pensamos. Y la mayoría de la gente no lo sabe.

“Es imposible”

Frustración. Me encanta ese sentimiento. No tengo ni idea de cuántas horas o días o noches llegamos a pasar sin dormir. Nombres, datos, canales, pozos, ríos, afluentes… toda la información que se nos ocurría, la que nos contaban sus hombres cuando exploraban, la que imaginábamos que podía existir pero no conocíamos. Un suplicio. Suerte que no había limpiado nada. El salón estaba lleno de hojas y hojas y hojas de pergamino e hilos de lana de colores que iban a todas partes. Parecía una maraña.

“Es interesante”, comenté observando la obra.

“Es demasiado”, insistió él.

“Ya… pero ahí está todo: lo que sabemos y lo que no sabemos…”

“Pero no sabemos cómo funciona, hay demasiados accesos, demasiadas posibilidades, no hay nada que nos asegure cuál es el canal que debemos seguir”

Sonreí satisfecha. Exacto. Había demasiados puntos conflictivos, demasiada información, demasiadas posibilidades. En ese momento podíamos rendirnos o arriesgarnos o simplemente volvernos locos y gritar. Pero ahí estaba la Navaja de Ockham para echarnos una mano.

“¿Saben que estás aquí?”, pregunté.

“Sí, claro… a estas alturas ha debido de correr la voz, ya sabes”

“Eso es bueno”

“¿Me quieres explicar que demonios quieres hacer con esto?”, resopló.

Impaciencia. Mi hermano odia que le haga trabajar en vano. Sonreí un poco más, le agarré de la mano y le obligué a alejarse de la obra maestra para poder contemplarla desde lejos. Parecía la pared de un esquizofrénico en una celda de castigo. Pero me sentía orgullosa. Yo sí lo veía, lo entendía y ya lo tenía muy claro. 

“Es un mapa”, dijo él de pronto y le miré ansiosa esperando que me confirmara que no estaba majara del todo y que tenía sentido, “es un puto mapa de todo… joder, tía, ¡eres un genio!”

“¿A que sí?”, señalé el punto de interés en cuestión, “Y ahí es a donde tenemos que llegar”

“¿Y cómo coño quieres llegar hasta ahí si no sabemos ni por dónde se entra ni por dónde se sale?”

Acuífero. La palabra con la que lo describiría es un acuífero, la fuente de la que manaba todo el problema que debíamos combatir. La idea era secar el acuífero y dejar al enemigo sin opciones. Secarlo o envenenarlo, tanto lo mismo me daba. Bueno no, las dos cosas, porque no me daba igual… primero había que averiguar en qué dirección se movían, hacia dónde llegaban, qué otros canales eran capaces de influir. Y, por supuesto, de dónde venía el agua que los alimentaba, para saber si ese agua era conveniente o debía secarse.

La comunicación se nutre de muchos canales y no todos son los que nosotros creemos. La lista de enemigos no es la misma que la de los traidores. Mi hermano conocía la diferencia. Un enemigo es alguien con quien tienes que tener cuidado, alguien que busca derrotarte y usurparte, alguien a quien debes derrotar o controlar para evitar que te destruya. Un traidor a menudo es un cobarde, un mentiroso, un ruin o un zafio, alguien pequeño, con miedo a perder algo que le importa, mayormente egoísta o avaricioso y con poca ambición, que te traiciona por cosas tan básicas como el pánico, la pereza o la avaricia… a veces incluso sólo por el ego de saber algo que los demás no saben. Había que enumerarlos a todos, hacer sus perfiles y encontrar sus motivaciones para saber cómo funcionaban y en qué medida podían llegar a sernos útiles.

Secar el acuífero era difícil por varios motivos. Para empezar, no podíamos cerrar todos los canales a la vez porque corríamos el peligro de dejar sin agua nuestras tierras y porque tampoco teníamos recursos suficientes. Era más bien una tarea a largo plazo. En segundo lugar, no teníamos forma humana de combatir al enemigo. Si atacábamos de golpe, nos echaría las tropas encima y nos destruiría en la primera batalla. La idea era ir mermando sus fuerzas poco a poco, como un goteo apenas perceptible e inocuo. Intoxicaríamos poco a poco los canales que alcanzaran la fuente, desviaríamos los que nos interesaran, secaríamos los más pequeños paso a paso, sin que se notara. Seríamos pacientes y sutiles. De tal modo que, para cuando quisieran darse cuenta, la avería fuera demasiado grande como para arreglarla en una sola maniobra. Teníamos que dividir sus tropas y mermarlas muy lentamente, agotarlas, disgregarlas. Hasta que fueran tan pequeñas que pudiéramos derrotarlas sin a penas esfuerzo.

“No lo sabemos, por eso hemos hecho eso… ahora hay que averiguar cómo fluyen los canales, a dónde va cada uno, cuáles salen del acuífero, cuáles entran y a dónde y de dónde vienen todos los demás”

“¿Y cómo piensas hacer todo eso?”

“Envenenándolos”

“Estas como una puta cabra, tía”

“No, idiota… no envenenándolos del todo, sino lo suficiente como para notar las diferencias. Si a cada punto en cuestión le echamos una pequeña toxina inocua para el consumo, sí, pero cuyos efectos podamos notar allá por dónde pasen, podremos saber todo lo que nos falta…”

“Y sabremos cuáles hay que secar y cuáles hay que desviar. Eres un puto genio. Como una cabra, pero un genio”

“Lo sé”

Estudiamos el mapa para saber por dónde empezar y cómo hacerlo. La cuestión era que íbamos a necesitar tiempo, mucho tiempo, porque las grandes estrategias y los grandes planes han de hacerse siempre a largo plazo. Y mientras se desarrollan las cosas lentamente, algo teníamos que hacer también para estar entretenidos y no llamar la atención.

“Bueno… por el momento tengo que preparar los tónicos primero… y supongo que serán diferentes. Hay que procurar no verter el mismo en cauces demasiado cercanos, así que lo suyo sería empezar por los más separados, ¿qué opinas?”

“Los más vulnerables son más fáciles de secar, o sea, los pequeños… nadie se daría cuenta y nos daría tiempo a pensar”

“Buen chico”

Hicimos una lista con los regatos y canales más evidentes y más vulnerables. Los evidentes sabíamos perfectamente dónde empezaban, por dónde pasaban y dónde desembocaban, pero teníamos que averiguar si a través de los puntos de conexión llegaban las corrientes a nuestro acuífero en cuestión. Así que había se verter un tónico en cada lugar, observar el efecto y comprobar hasta dónde llegaba y por qué caminos enlazaba. Y había que seguirlo. Era una tarea larga, tediosa y aburrida… observar y apuntar.

Mientras tanto, acordamos que sería mi hermano quien dirigiría la recuperación de las tierras. Debía de ocuparse de ellas como si fueran suyas, que lo serían, en primer lugar porque la Reina estaba derrotada y se suponía que tenía que seguir estándolo. Al menos hasta que supiéramos si me daban por viva o por muerta. Sólo sabíamos que había caído en la guerra, que Piel de Oso me rescató y que ahora estaba de vuelta en casa, pero nadie me había visto desde que me llevara a su cabaña. Con lo cual, tampoco sabíamos muy bien cómo estaba el panorama en el exterior.

“Pues pega la oreja a ver de qué te enteras y me vas contando y yo te aviso cuando vaya evolucionando la historia y encuentre el acuífero, di a tus soldados que beban sólo de nuestros pozos”

Me abrazó con cariño y aburrimiento y se marchó a la Torre Norte sin decir nada. Y ahí me quedé yo, contemplando el inmenso puzzle que teníamos montado iluminado por las velas de cera vieja. Me quedé un poco más, no dejaba de sorprenderme de la cantidad de hilos y canales y puntos que teníamos para estudiar. ¿Cómo podía ser todo tan complejo de repente? Faltaba encontrar aliados. En medio de toda esa maraña era lo único que no teníamos de momento. Necesitaba explorar el exterior, pero el exterior lejano. Todo el imperio estaba abarrotado y colapsado por los conquistadores y los que no habían sido sometidos por la fuerza, se sometían voluntariamente para evitar problemas o simplemente estaban a favor de la situación. Estos últimos estaban marcados claramente con tinta roja, eran interesantes, sí, pero por el momento estaban descartados.

Teníamos que empezar por lo fácil. De menos, a más. Punto por punto… y así, poco a poco, se hizo la oscuridad y acabé quedándome dormida en el mármol de la mesa. Finalmente, mi cuerpo se rindió al agotamiento y sucumbí a los sueños.