Orgullo y prejuicios

Vivimos en una sociedad en la que estamos acostumbrados a enarbolar como estandartes aquellos principios y convicciones a los que nos aferramos con seguridad. Tenemos que mostrar en las redes sociales y tenemos que mostrar delante de todas las personas que somos mejores, superiores y que realmente creemos aquello que decimos. El mundo nos obliga. Y al mismo tiempo, la información viaja deprisa en formato píldora dándonos pequeñas dosis sesgadas y descontextualizadas que leemos a toda velocidad, las hacemos nuestras y las convertimos en verdades absolutas sin preguntarnos de dónde vienen, a qué se refieren y qué consecuencias pueden acarrear.

Pero así es la vida. Nos burlamos de las personas inseguras y vulnerables porque creemos que esa es una debilidad que convierte a las personas en fracasadas. Y lo hacemos sin pararnos a pensar en quiénes son realmente esas personas, de quién nos estamos burlando, qué hay detrás de su personalidad, qué es lo que no sabemos. Nunca sabes quién es hijo de quién, quién pertenece a un organismo o asociación poderosa o influyente o qué guerras ha superado una persona hasta llegar a donde está. No nos planteamos si esa persona de la que nos burlamos, a la que herimos sin pensar en lo que hacemos, es o no una persona capaz de crecer frente a la adversidad o de defenderse de un ataque… ni con cuánta ferocidaz.

Prejuicios. Asumimos que las personas que no responden a la violencia son débiles y vulnerables. Creemos que las personas que no se defienden ante ataques verbales, burlas o críticas no tienen poder para hacerlo. Que las personas que no se relacionan con nosotrxs en nuestro círculo están solas y no tienen a nadie que les apoye, les proteja, les ayude, les aconseje o les asesore.

Y en muchas ocasiones, nos equivocamos.

Alguien me dijo una vez que mi problema es que soy demasiado inocente y buena, infantil en ese aspecto, y que tiendo a dar por sentado que las personas que me rodean también lo son. Me dijeron que no me planteaba la posibilidad de que las personas fingieran para manipular, escondieran su egoísmo o fueran capaces de utilizarme sin importarles hacer daño. Por eso, me pasa lo que me pasa. Doy demasiado, dicen algunxs, y pierdo la mayoría de las veces por cometer el error de ser generosa esperando a que algún día las personas se den cuenta, cambien de actitud y devuelvan aquello que les doy.

Puede que en parte tuviera algo de razón, no voy a discutirlo. Pero no soy tonta. Yo sé que la sociedad y el mundo están muy perjudicados. La mayoría de las personas tienen muchos miedos e inseguridades y su maldad, avaricia y egoísmo responden a esa coraza con la que intentan protegerse de un problema que se han causado ellxs mismxs. Básicamente, porque todas esas inseguridades provienen ni más ni menos que de su propia actitud.

¿Te suena eso de «cree el ladrón que todos son de su condición»? Los manipuladores asumen que todo el mundo quiere manipularles, los mentirosos acusan a los demás de mentir, los ladrones temen que les roben… y así sucesivamente. Si alguien tiene miedo a la opinión pública, a los juicios de valor, a ser criticadx por la gente que le rodea, probablemente, esa persona será una de las que más critican y juzgan a cuantos le rodean.

¿Qué pasa cuando te pasas toda la vida creyendo que puedes juzgar, criticar y mentir sobre una persona que aparentemente no se defiende? ¿Qué sucede cuando conviertes una mentira infundada en una realidad que acaba desembocando en un ataque terrorista? ¿Te culpo de lo sucedido? No. Tal y como dije hace algo más de un año en público: lo que estáis haciendo con tanta crítica, con tanta invención y con tantas mentiras, a parte de tratarme como a una delincuente sin probar que lo soy y sin fundamento y de amargarme la vida sin motivos, es peligroso. Anuncié que algún día todas esas difamaciones sobre mi persona acabarían generando un problema grave. Os dije que la broma no tenía gracia y que debía parar. Pero no me hicisteis caso, nadie me escuchó.

Tal y como expliqué en la Comandancia de la GC en su día, la realidad es que no tengo ni la mas remota idea de a quién se le ha ido la pinza hasta el punto de prender fuego a dos vehículos y desconozco completamente su motivación. Nombré las personas con las que había tenido conflictos recientes, los que me parecieron más graves y llamativos, con la esperanza de que esas personas no tuvieran nada que ver porque me parece escandalosamente severo que por celos, envidia o un rechazo sexual a alguien se le vaya tanto la vaina como para cometer un delito tan grave. Me cuesta creer que en este pueblo alguien haya podido desarrollar la maldad, inquina y odio suficientes como para llegar a semejante extremo. Y eso que soy consciente de que no caigo bien.

Pero no fue lo único que expliqué. Esta situación es muy similar a la que viví en el instituto, sólo que ahora no somos niños sino adultos y ahora hay leyes para proteger a las personas de estas cosas, para indemnizarlas y para penar a los culpables.

En la Comandancia también expliqué mi hipótesis. Y tal y como he dicho a más de una persona hablando por teléfono, a mi entender y según lo veo yo por tal y como me habéis tratado y tal y como habéis reaccionado tras el suceso: el Pueblo lo hizo, como Fuenteovejuna. No os acuso, no acuso a nadie en particular, pero sí os responsabilizo porque creo y considero que entre todxs habéis creado el caldo de cultivo y habéis preparado el terreno para facilitar que aquella persona que me odia tanto encuentre el momento, el valor y se sienta impune. Habéis creado una imagen de mi persona tan terrible que alguien se ha venido arriba motivadx y alimentadx por todas las habladurías y ha pensado que siendo la persona más odiada y criticada a nadie le importaría.

¿Resultado? Que tenía razón. No sólo no os ha preocupado en absoluto, sino que habéis decidido simple y llanamente que la culpa es mía. Sé que he cabreado a muchos colectivos desde que estoy aquí. Y no me arrepiento. Siempre he sido famosa por defender aquello en lo que creo. A veces me he equivocado y he tenido que rectificar. Otras veces, me la habéis colado y os he defendido hasta que ha sido demasiado tarde. Me habéis utilizado y después me habéis dado la espalda. Culpa mía por no verlo venir. No importa, porque de los errores se aprende, y ahora sé en quién puedo confiar y en quién no.

Dicen los rumores que las denuncias no van a llegar a nada. Imagino que mi denunciante espera que no llegue a nada. Porque… ¿a dónde podría llegar? Mi denunciante manifiesta que no quiere dejarlo estar bajo ningún concepto, que está dispuesto a llevarlo ante un tribunal y a exigir una indemnización causada por daños y prejuicios a causa de mis calumnias a su imagen pública y al desarrollo de su vida privada y laboral. Si estás leyendo esto, me gustaría que me respondieras a una pregunta: ¿en qué ha cambiado tu vida el artículo de mi blog? Que yo sepa, sigues trabajando, sigues participando de tu asociación organizando lo que sea que organicéis, sigues rodeado por tus amigxs y me consta que en este preciso momento estás de fiesta pasándolo a lo grande en la verbena de las fiestas de tu pueblo.

Ahora bien. Siguiendo el hilo de reflexión, me gustaría plantearte otra pregunta: ¿en qué ha cambiado mi vida desde que tú y tu pandilla empezasteis a calumniarme, insultarme, burlaros de mí y hablar de mí a mis espaldas? Bien, te lo diré. Habéis manchado mi nombre, me habéis hecho perder credibilidad y habéis creado una imagen de mí que asusta a quienes me rodean hasta el punto de privarme de oportunidades laborales por miedo al qué dirán y de tener relaciones sociales sanas, ya que vuestros rumores y habladurías hacen que las personas se alejen de mí sin llegar si quiera a conocerme. Da igual con quién me relacione y cómo, siempre que me habéis visto feliz con alguien os las habéis arreglado para envenenarle contra mí y aislarme.

La fama que me habéis construido ha hecho que sean muchas las personas que se han permitido el lujo de mostrar su desprecio contra mí de una manera poco ética y educada, habéis abierto la veda para que la gente me trate como no se atrevería a tratar a otras personas. Me habéis convertido en el blanco de la frustración. Si todo un grupo de personas bienvistas puede hacerlo, los demás también. Eso es dar pie a facilitar los abusos, los acosos y las propasaciones de todo tipo. Y para corroborarlo os dejo la frase de un reputado misógino cuyo nombre no merece ni mención por el desprecio que me produce: «sólo hay que darse una vuelta por los bares para saber a quién caes mal, podría haber sido cualquiera». Me hace gracia que consideréis que tenéis motivos para llegar a estos extremos y no tengáis pelotas de decirme cuál es vuestro problema, qué cable tendréis roto dentro de la cabeza para normalizar algo así en lugar de entender que tenemos una liada muy gorda en este pueblo. No estáis bien.

Lo curioso es que en toda esta ola de cinismo y estupidez borreguil demostrada, estabais tan convencidos de que vuestra palabra era la ley que no os habéis dado cuenta de lo grande que es el mundo. Mira, chico, esto es un pueblo, no el Gran Hermano, aquí no hay muros ni barreras ni limitaciones físicas que me impidan salir al exterior, relacionarme con otras personas en otros contextos y darme cuenta de qué está bien, qué está mal y qué roza lo ilegal y el delito.

Como dicen en Wakanda: «¿Os pensáis que porque vivamos en las montañas no tenemos biblioteca?». Puede que antiguamente la gente no tuviera acceso a la información, a la legislación, puede que antes la ignorancia hiciera que las personas no fueran conscientes de sus derechos. Y puede que la ignorancia derivada del aislamiento hiciera que las personas que vivían aquí todo el año sin acceso al exterior creyera en vuestra palabra sólo por el hecho de que sois personas con trabajos estables con cierto prestigio. No estáis acostumbradxs a que os cuestionen, generalmente creían en vosotrxs. Y lo habéis aprovechado, y me parece bien.

Pero os equivocasteis conmigo, ¿verdad? Supongo que pensaríais que por ser de fuera y ser nueva podríais convencerme de que siguiera y aplaudiera vuestros dogmas y convicciones. Tenía que respetaros sólo porque sí. No se os ocurrió pensar que con la edad que tenía ya venía estudiada, de otros mundos, con otros valores y principios. Os molestó que os cuestionara, que no aceptara vuestras normas, que fuera a mi aire y me permitiera el lujo de vivir como me plazca. Y lo que es peor, otras personas también os han cuestionado. Ya no tenéis tanto poder como antes.

La semana pasada alguien me ha dicho que lamenta mucho que esté sola. ¿De verdad? ¿Creéis que estoy sola? ¿Creéis que estoy desamparada y confusa? No estoy sola y no estoy desamparada. ¿Recordáis cuando os decía: «no he venido aquí para hacer amigos, los amigos los traigo puestos de casa»? Pues tengo amigos. Y me da igual lo influyentes o poderosos que sean vuestrxs amigxs. Hincháis el pecho y habláis en voz alta de las relaciones influyentes que tenéis porque necesitáis reforzar vuestra imagen fuerte y poderosa, vuestro estatus, que os vean como intocables y que tengan miedo a cuestionaros por los hilos que podáis mover.

Última pregunta: ¿conocéis a mis amigos?

Un consejo: sé que el orgullo no te permite hablar conmigo como una persona civilizada por vergüenza a reconocer que se te ha ido de las manos. Porque todo esto se está saliendo de madre. Así que, yo lo veo así, o bien te retractas y prometo olvidar el asunto, nos llamamos, tú, yo, el jefe el pueblo, todos en general y buscamos una solución real al problema… o, tal y como afirmas en tu denuncia, lo llevaremos hasta el final, hasta los tribunales. Porque ahora que tú lo has empezado, ahora que lo he perdido todo y que no me queda nada, voy a defenderme con uñas y colmillos y creo que ambos sabemos cómo puede acabar el asunto.

Tienes la oportunidad de elegir: colaborar o pelear hasta el final y que decida un juez. Yo sólo quiero recuperar mi vida y mi libertad y que me dejéis en paz… y estoy dispuesta a llegar hasta el final para esclarecer todo este asunto, hacerlo público y evitar que vuelva a ocurrirle a nadie más.