Anonima Geek

Anónima, Geek… bruja, guerrera, libre, liberada. Esta es la historia ficticia de mi particular guerra real.

Sin tierra

Últimamente me preguntan mucho eso de ¿de dónde eres? Y he tenido una especie de rebelación interior. Ha sido un poco raro, pero cuando oigo esa frase en cuestión me surge como un calor dentro del cuerpo muy agradable que me inunda y se extiende dibujando en mi mente una carretera que se abre hacia el vacío en medio de una niebla que invita a avanzar. La oscuridad que me rodeaba se ha disipado difuminada con una luz cálida que me recuerda a un sueño recurrente que solía tener de pequeña.

«No tengo tierra«, la respuesta me sale sola, sin pensar, pero no me entristece… al contrario, se me escapa una sonrisa de satisfacción porque aunque la gente no lo entienda, ni siquiera necesito dar una explicación.

No tengo tierra, nunca la tuve, porque no llegué a formar parte de ningún mundo, de ninguna tribu ni de ninguna familia. Eso lo tuve siempre claro. Pero no significa que esté sola o desamparada. No tener tierra no es más que un indicativo de libertad y plenitud. No tengo cadenas que me aten a ninguna parte ni compromiso de asistir a nadie ni obligación de nada. No tener tierra significa ser el viento, el agua, el fuego, los tres elementos que se adaptan, cambian y fluyen transformándose y transformando el mundo. Significa tener el mundo entero.

Esta semana fui a ver a mi abuela, era un día significativo pero no era importante. Sólo me apetecía ir y pasarlo con ella. Por el camino se me ocurrió la idea de pedirle el favor a mi vieja de que me dejara algo de pasta para adelantar una factura. Si lo llego a saber… ni siquiera es urgente, siempre tengo a alguien que me eche un cable de vez en cuando.

Al llegar a casa, se encontraba escondida en una de las habitaciones, se había encerrado para que no la oyera pero todavía no es consciente de que en mi casa hablamos todos a voces. Estaba hablando con mi hermana.

Prometí que no escribiría sobre eso, pero ya que todos hemos prometido cosas y nadie las ha cumplido, dadas las circunstancias, siento el impulso liberador de contarme a mí misma la historia que me debo.

Cuando era pequeña, crecí con la certeza de que no formaba parte de mi propia familia. No sé si el impulso vino de fuera o si fue cosa mía o si nos hicimos entre todos un bucle. Ni idea. Es algo que no sabremos nunca porque las personas que participaron del proceso se niegan a hablar de ello. Así que la única versión que tengo es la mía propia, personal e intransferible, basada en mis recuerdos, mi experiencia y mi interpretación de los hechos y las conclusiones que puedo sacar al respecto. Teniendo en cuenta que el resto de los implicados se niega a esclarecer el asunto, pido disculpas por adelantado por las reacciones que probablemente causaré. Pero, sinceramente, hemos llegado a un punto en el que ya no importa lo que tengan que decir, ya es tarde.

Ya escribí en algún momento sobre el pasado, cuando revisé los albumes de fotos y me di cuenta de que tuvo que pasar algo crucial que hizo que la situación cambiara para siempre. Existen muchas hipótesis, todas extraídas del análisis de la información que hay en mi poder, que no dejan de ser datos almacenados en mi disco duro personal y recopilados con los ojos de una niña que tuvo que encontrar la manera de explicarse ella misma sin ayuda de nadie la situación que vivía.

Durante mucho tiempo resultaba confuso porque he pasado la vida influenciada por el deseo de silenciar la realidad de quienes me rodean. Mis progenitores pusieron mucho ahínco y mucho esfuerzo para enmascarar las cosas, incluso pretendieron convencerme a mí, igual que al resto, de que todo era fruto de la imaginación de una mente perturbada por la fantasía y el exceso de literatura, refugio en el que encontré los mejores amigos y grandes maestros que me acompañaron alejando el sentimiento de soledad.

No encajaba en el mundo. No. Era rara, era de fuera, hablaba de cosas extrañas y entendía el mundo de otra manera. Pero, sinceramente, ¿cómo no iba a serlo si no tuve a nadie que me explicara las cosas y me dejaron sola delante del inmenso mundo exterior que se me aprecía a través de las páginas de los libros hablándome y contándome tantas cosas que el resto del mundo no podía alcanzar? Me parecía todo tan mágico que ni siquiera puse interés en esas personas que no querían de mí nada más que un mono de feria contra el que volcar sus propias frustraciones. Me daban igual.

Sé que tuve padres, unos padres que me quisieron y me contaron mil cuentos e historias, me hablaban de leyendas y llenaban las paredes de mi habitación de imágenes pobladas de brujas, indios, piratas y dragones. Reconozco que algunos me dieron miedo mucho tiempo, pero creo que mis miedos y mis pesadillas no vinieron de ahí. Recuerdo que tuve una madre que me leyó mil cuentos distintos… nos divertíamos hablando de ellos y contestaba a mis preguntas curiosas cuando cuestionaba o planteaba dudas sobre lo que leíamos. También solía dibujar para mí… pintábamos y jugábamos a piratas, ladrones, bandoleros y muchas cosas más.

Mi padre me enseñó a ser una foragida, a vencer a los vaqueros y a robar a los malos para dárselo a los pobres. También me enseñó a resolver acertijos, poner y quitar trampas y a buscar lo más vital, lo que he de precisar, no más, porque si buscas sólo lo necesario mamá naturaleza te lo da. Me enseño a acampar, a hacer nudos, a subir y bajar de los árboles, a hacer fuego, a hacer café a tizón, a nadar, a bucear y a buscar tesoros pirata con diez cañones por banda evitando la furia de los ingleses con la ayuda de Neptuno.

No sabría decir a qué edad pasó todo. Tengo el recuerdo de ser muy pequeña, de ver llegar la compra a casa, de caer sin querer una huevera y romper los huevos. Se me cayó, no recuerdo el resto del contexto. Pero aquella vez la ira fue inmensa, desmesurada. No fue la única. Esporádicamente, aparecen recuerdos de cronología inexacta en los que sé que soy diminuta porque llevo de vestido las camisetas viejas de mi padre. En uno de ellos, no quiero acabar la cena porque he comido más cosas y no me gusta el huevo, está pasado y ya no tengo hambre. Me gritan mucho, tanto, que alcabzo el punto en que la ira y la frustración se apoderan de mí y con mis dos manitas agarro el plato, lo tiro contra la mesa y lo parto en dos.

Diría que esos dos momentos son los dos primeros. Uno el primer suceso en que llegué a sentir verdadero miedo, porque nunca nadie me había gritado de esa manera. Otro, el primero en que sentí la ira robarme el control. Lloré muchísimo a causa del dolor, la desesperación, la angustia… y nadie me consoló ni me explicó qué había pasado. No lo entendí entonces y no lo entiendo ahora. Probablemente nunca lo entenderé. Si hubo señales antes… no las comprendía y no las recuerdo.

Hasta ahí todo está difuso, desordenado y distorsionado. Recuerdo ver a mi hermana tan pequeñita, a mi madre sosteníendola debajo del alumbrado de las ferias. Recuerdo haber rabiado por el biberón cuando mi madre alimentaba a mi hermana porque a mí ya no me correspondía, el elefante enorme del circo que vino al primer barrio donde vivimos. Recuerdo que cada vez tenían menos tiempo, estaban más cansados y tenían más cosas que hacer. La falta de atención me dolía porque no la entendía y me sentía sola, pero supongo que fue lo que me llevó a aprender a leer con tres años yo sola. Si no podían leerme los adultos, podía hacerlo yo misma.

Es curioso, recuerdo mejor los viajes a través de los libros, los sueños lúcidos y otras cosas imaginarias que las vivencias reales. Supongo que me pasaba la mayor parte jugando, leyendo y viendo películas, imaginando aventuras e historias para entretener a los demás niños donde los hubiere con tal de no estar aburridos ni molestar.

Molestar, eso sí que lo recuerdo como una punzada dolorosa. De alguna manera, el amor de mis padres fue sustituido por ese concepto tan hiriente y hostil. En algún momento, dejé de ser parte de la familia y empecé a ser el elemento que siempre molestaba en todas partes. Cuando saqué la cabeza de los mundos imaginarios el cambio ya se había producido… fue debastador, como si en mi ausencia literaria hubieran arrasado el mundo y lo hubieran cambiado por otra cosa terrible y llena de monstruos iracundos que no sabía cómo enfrentar.

Ya no éramos piratas ni foragidos refugiados en el bosque de Sherwood cantando y comiendo alrededor de la hoguera. Se acabaron los juegos y las risas y llegó todo lo demás. Durante muchos años todo fueron voces, ira, enfrentamientos… mi padre siempre estaba cabreado y siempre lo estaba conmigo y con el trabajo o con lo que fuera, siempre hecho una fiera. Aun me cuesta recordar todo esto para expresarlo. Es… el tipo de cosas que se guardan en el fondo del armario en una caja cerrada con candado para siempre.

La idea que me transmitieron y se forjó a mi alrededor era la de la culpa. Nadie me defendió nunca, al contrario, lo apoyaban contra mí, de modo que en un mundo en el que son todos contra una la tendencia natural era pensar que tenían razón. Al fin y al cabo, los padres siempre lo saben todo.

Una amiga solía decir que los abusones son como perros rabiosos que huelen a sus víctimas. Hoy en día he aprendido sufiente de marketing, comunicación, psicología, neurociencia y demás como para saber que si mis padres me hacían sentir así y se comportaban con hostilidad hacia mi persona, lo lógico era pensar que todo el mundo a mi alrededor percibiera las señales y se acoplaran a la dinámica construída, como los perros reactivos que huelen las hormonas del cortisol y atacan al sentir el peligro. Por aquel entonces no existía el bullying, así que era lo que había y como no salíamos con nadie más que con adultos borrachos en bares o amas de casa amargadas despotricando o niños que o bien se aburrían o bien eran hostiles o bien eran demasiado pequeños… en fin, esa historia ya la he escrito.

Los hitos a los que voy fueron determinantes y es que si ya de por sí me había aislado de todo eso para protegerme, había un dardo envenado e hiriente que se repetía mucho en múcleo familiar que era ni más ni menos la idea insidiosa de que tenía la culpa de lo que fuera que estaba pasando, iba a buscarles la ruina, les destrozaba la vida. La idea se forjó entre unos y otros hasta que surgió aquello de no ser de la familia.

Mi hermana se burlaba diciendo que era adoptada o que me habían encontrado en un contenedor. En el cole era un extraterrestre que había caído de un meteorito. Algunos decían que era un fantasma y que no existía. En casa llegaron a repetirme hasta la saciedad que no tenía que haber nacido, que no era hija suya porque no sabían de dónde había sacado las ideas que tenía. No sé. Yo decía que había nacido de un huevo o que era hija del butanero y, si bien era cargnte y doloroso, a veces me hacía gracia tener esa ilusión.

La familia de mi padre nos rechazó y por extensión me rechazaron hasta hacerme sentir que no fui lo suficientemente valiosa ni siquiera para que vinieran a celebrar mi comunión. No hubo banquete ni regalos ni firmas en el libro que aun conservo vacío. Aquel día no me apeteció ni jugar con las pocas niñas que vinieron, demasiado pequeñas para jugar conmigo, pero no lo suficiente como para sacar todos los trastos que después tendría que recoger yo para que no me gritasen por el desorden.

Todo dejó de importarme. Ya no me prestaban atención ni me daban cariño ni nada de eso, no era relevante. Y dadas las circunstancias prefería no existir y pasar desapercibida, porque cada vez que me prestaban algo de atención acababa en voces, gritos, castigos o broncas en carril que podían durar horas seguidas. O bien se les acababa el tiempo o bien acababa optando por encerrarme en el baño a llorar. Siempre encontraban un error, un detalle, siempre hacía algo mal. Pero, ¿quė importaba todo eso?

La cuestión es que acababa de llegar a casa de mi abuela y el viejo y eterno patron se repetía: mi abuela seria buscando en mi expresión cansada motivos para justificar a mi madre, una conversación a escondidas con mi hermana que era de todo menos discreta… me nació un suspiro en lo más hondo y supe lo que se me vendría encima.

… continuará.

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Esta entrada fue publicada en diciembre 6, 2023 por en El pasado, Reina de las Sombras, Uncategorized, yo misma y etiquetada con , , , , , , .

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