Leer te da más

¿Os acordáis de aquel anuncio publicitario de los 90 en el que un niñato con auriculares enchufados al walkman se pegaba en la frente bajando unas escaleras mecánicas por no leer el cartel de aviso? Fue una de mis campañas favoritas bajo el eslogan de «leer te da más» del Ministerio de Cultura. Cómo me he reído siempre con ese anuncio y cuántas veces a lo largo y ancho de mi vida me he acordado de ese chaval pegándose ese guarrazo por no leer algo tan sencillo.

Me gusta la gente impulsiva. Me gustan. Especialmente cuando tienen el ego muy subido y escudan su autoridad y su poder en una imagen proporcionada por algo que no les pertenece: un uniforme, la fama y la gloria de una familia perdidas, leyendas oscuras del pasado, capacidad para austar o gritar o amenazar… son las más sencillas de enfrentar.

La gente que está tan segura de su posición en la vida no ha tenido que pelear nunca por sí misma para tener lo que tiene. Lo que sea que les da el poder que ostentan se lo han dado hecho y simplemente utilizan el símbolo asociado a su poder como una especie de salvoconducto que se supone que nos tiene que convencer a todos de que hay que creer a ciegas, como si fuera un acto de fé, en el poder que creen que les infunden las iconografías tras las que ocultan su verdadera personalidad: vulnerable.

Hay personas en este mundo que nacemos sin nada o, simplemente, no nos facilitan la vida. Por lo general, solemos dividirnos en dos grupos: los que se conforman y los que luchan, de estos últimos somos muy pocos los que, además de sobrevivir, nunca nos rendimos.

Eso es lo que hace la diferencia. La gente como yo hemos tenido que tragar mucho, que aprender a golpes y que sacarnos las castañas del fuego mil veces. Las personas como yo sabemos que para ganar no basta con un acto impulsivo y una bomba nuclear. Ya hemos sufrido toda esa mierda. Y hemos sobrevivido, nos hemos reinventado. Somos invencibles porque buscamos las respuestas y las fórmulas de la experiencia, de referencias históricas, de maestros, de libros, de películas… de cualquier parte.

Las personas como yo tenemos guías y planes de defensa y de ataque, estrategias para encontrar recursos donde nadie más puede encontrarlos y dos dedos de frente para saber que cuando un enemigo te asedia lo primero que tienes que hacer es atrincherarte y protegerte hasta que puedas hacerle frente. Para eso, hay que estudiar al rival y preparar bien el golpe.

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Poco a poco llegaron los refuerzos. Nadie lo habría imaginado jamás, porque nadie sabía qué más había debajo de la fachada que juzgaban y contemplaban a través de la ignorancia de los ojos con que siempre la habían mirado. Para ellos, sólo era una bruja.

No conocían su linaje ni su poder ni su conexión con el mundo exterior, un mundo tan grande que abarcaba muchísimo más del pequeño y predecible reducto en que se había convertido el antiquísimo y casi muerto Imperio Español.

Mientras daban la guerra por ganada una vez más en la primera batalla dando por sentado que se rendiría, la Reina del Bosque movió sus piezas por el tablero donde nadie más miraba. Y mientras el Fantasma perdía el tiempo alardeando de su mentira y desperdiciando lo poco que había conseguido sin lograr hacerse siquiera un nombre, la guerra siguió su curso.

Y ahí estaba de nuevo la bruja, la Reina más poderosa, herguida y resplandeciente con sus poderes recuperados, sus nuevas capacidades volviéndola imbatible y, de pronto, nadie se atrevía a volver a tocarla. Como si hubiera resucitado, con orgullo paseaba su porte por el que antiguamente fuera su reino despreciándolo como si ya no lo necesitara. Y no lo necesitaba. Por primera vez todo el mundo empezó a darse cuenta de que su poder iba mucho más lejos de los confines de la tierra.

¿Cuántos ejércitos acudirían en su defensa? ¿De dónde vendrían las misteriosas fuerzas que la protegían? Y lo que más les preocupaba: ¿qué sabían de los puntos débiles del enemigo? Sólo había una pregunta más importante que todas esas: ¿realmente podría derrotar y castigar a sus enemigos? y, si era así, ¿qué magnitud alcanzaría el castigo infligido a aquellos que osan atreverse a atacar a una bruja?