El Juego 3: Pathfinder

El círculo se cerraba ahogándome poco a poco y limitando mi espacio. Me quedaba sin salidas. No es que me sorprendiera, un camino cerrado se cierra en dos direcciones, pero no había calculado bien y me faltaba un plan de huida para no quedarme atrapada en mi propia encerrona. A pesar de todo, mantenía mi lucha, mi presión, mi posición y mi postura. No me verían jamás rendirme ni arrepentirme, mucho menos confesar los pecados de otro como si fuesen míos para condenar mi alma a favor de las ratas. Los culpables debían pagar, costase lo que costase.

En aquel momento ocurrieron tres milagros, tres ángeles de la guarda vencidos del confín del mundo para ofrecerme la salida que yo no encontraba. Soy una chica muy afortunada.

Mi primer milagro fue Efraín. Tal como ya narré en su día, se ofreció a abrir un portal para sacarme de aquí, solo tenía que llegar hasta allí en el momento preciso. Pero, ¿cómo?

Los dioses debieron escuchar la vibración de su mensaje. El viento agitó los árboles desde la profundidad del horizonte. Era un viento cálido que venía del sur atravesando las montañas , cruzando el valle y susurrando entre las hojas marcescentes de los rebollos invernales hasta enredarse en mi pelo. Olía a tierra mojada, a hojarasca, madera, petricor y cuero. Le reconocí al instante: el Abridor de Caminos. Regresaba de un largo viaje y su figura aparecía ante mí como venida de la providencia. Alto, delgado, huesudo por el largo caminar, pero en absoluto ajado. Su piel aparecía tersa, brillante y suave y sus ojos conservaban radiante su brillo juvenil.

Es de esas criaturas a las que no puedes adivinarle la edad, nunca sabes si es niño, joven o viejo. Es un espíritu único, de los que hablan con las piedras y conocen secretos tan antiguos que todavía están enterrados, escucha a la tierra y viaja a través de las vibraciones movido por impulsos que nadie conoce.

Le devolví la sonrisa, entre sorprendida y aliviada. Se acercó despacio con su callado y su mochila inseparables a su espalda. Esta vez llevaba plumas de águila en el pecho. Su sonrisa perfecta, blanca y radiante animó mi espíritu. Me llevó a su guarida, un agujero bajo las raíces de un gran roble en medio de un valle solitario de canchales de piedra de granito y pinos entre los que de vez en cuando podían verse corzos de un lado a otro. Un lugar tranquilo y apacible. Su morada era mitad una casita cuca y acogedora, mitad biblioteca, llena de sabiduría. Hacía muchos años que no pasaba por allí y, sin embargo, todo estaba exactamente donde estaba la última vez. Será que los magos son más disciplinados que las brujas.

Sacó un par de copas, una botella de vino blanco y le conté toda la historia… desde el principio hasta el preciso instante en que acababa de aparecer. No sé, creo que estuvimos hablando durante siglos. Es difícil calcular el tiempo de los mortales cuando lo pausas para tomar un descanso.

«Tienes que salir de allí y revertir la situación», contestó cuando acabé mi relato.

«Ahí es justo donde estaba atascada cuando has llegado».

Pathfinder me acogió en su hogar, pero no abandoné el mío del todo. Tenía que estar en dos sitios a la vez para captar la atención de aquellos que me venían siguiendo. De la misma manera en que los condujera hacia sus propias madrigueras de mugre y ponzoña, cambié la señalización y atraje las miradas hacia lo que parecía una maniobra de evasión básica. Los ví sonreírse unos a otros, supongo que en su mediocridad debieron de pensar que estaba siendo muy evidente. Así que, tal y como esperábamos, lanzaron sus ataques hacia el valle de piedra.

El Hacedor de Caminos se ocupó personalmente de poner a salvo todo cuando había que salvar en lugares seguros y para cuando las hordas se preparaban para arrasar el nuevo foco localizado, ya habíamos salido de allí. Él los mantuvo distraídos el tiempo suficiente, justo y necesario, para que yo pudiera escapar sin ser vista y dirigirme por el único hueco por el que no miraban hacia el punto acordado. Sólo tenía que llegar hasta allí.

El tercer ángel cubrió mis movimientos desde un Condado lejano. Invocó las sombras y me embozó en una capa invisible y oscura para que pudiera recorrer todo el camino hasta el punto de encuentro sin dejar ningún rastro. Hubo mucha gente colaborando desde muchos puntos. Y como tenían que mantener la vigilancia sobre mi persona, sólo un soldado sabía a dónde iba y cuándo volvería.

Publiqué mi huida en redes sociales y desconecté todos los teléfonos en el momento en que monté en el primer autobús dirección «mis sueños». Y tengo entendido que aquello debió de resultar extremadamente frustrante para aquellos que querían culparme en lugar de protegerme. De hecho, sé que la ira fue monumental. Y me siento orgullosa de ello (incluso ahora).

Para cuando se dieron cuenta de que había desaparecido me encontraba al fin en mi playa, en brazos de mi amor, disfrutando de mi propio paraíso particular. Lo que ocurrió en mi ausencia (y lo que ocurrió en la playa) os lo cuento en los próximos relatos.

——————————————————–

XXXXX Nota de la autora!!! No es que no quiera acabar la dichosa historia, es que estoy acabando de escribir el libro que tiene MUCHO contenido que no puedo publicar aquí, estoy estudiando a full para acabar de titularme y sacarme las Oposiciones, estoy muy liada con una serie de proyectitos personales con un amigo y hasta me sobra tiempo para trabajar. Están pasando muchas cosas en mi mundo y voy escribiendo y tomando apuntes para las narraciones… lo siento, lo siento, lo siento!!! Y gracias por vuestra paciencia!!