¿Para qué sirve un alcalde?

Desde la ignorancia, cuando no hay cultura ni formación política, se tiende mucho a mitificar a las figuras de autoridad como si fueran seres supremos de otro mundo. No es más que un arrastre cultural atrasado que procede de un pasado obsoleto en el que en la antigua Castilla los gobernantes eran gobernantes por herencia, por nacimiento, por ley divina. Esto no es real.

Aclaremos una cosa: un alcalde de pueblo en la actualidad no es un emperador egipcio de los de antes. Los alcaldes no tienen poderes místicos y la investidura del cargo no les ilumina de un conocimiento supremo como las lenguas de fuego iluminaron a los apóstoles. Un alcalde es una persona normal y corriente, como tú y como yo, que ha formado una candidatura, se ha presentado, nos ha convencido con su campaña política y su actitud, a quien hemos votado y ha salido elegido por mayoría absoluta. O sea, que al alcalde en realidad lo ponemos nosotros ahí, no un poder divino.

Hay un hecho que no se puede negar: la profesión del nuestro es otra (para no ofender a nadie y no incurrir en otro escándalo por injurias, voy a echarle imaginación y vamos a inventarnos que su profesión real es la de panadero, por ejemplo, así puedo expresarme libremente sin que me vuelvan a amenazar por decir las cosas como las pienso). Pues eso, es panadero, no político. Que yo sepa en su currículum no hay formación sobre derecho de ningún tipo ni ciencias políticas (aunque no puedo jurarlo, quién sabe, igual saca el CV y nos sorprendemos todos). Entenderá de pan y será muy buen panadero, ya que vive de su sueldo y (esto es muy cierto) no cobra nada por ejercer como alcalde. Pero de leyes, me da a mí que no entiende mucho.

Y esto lo sé porque llevo colándosela por WhatsApp una pila de años para poner los bandos y, cuando encontraba las leyes reales (como en el caso de los perros y la tenencia de mascotas), se las mandaba con nombre, apellidos, artículos, referencias y subrayado lo que tenía que leer para que se manifestara y tomara las decisiones que creyera pertinentes. Pero cuando no las encontraba, me las inventaba. A menudo copiaba el texto de una ley de otra comunidad autónoma, lo reescribía adaptándolo a la situación que fuera pertinente y se lo enviaba. Y al día siguiente me encontraba el bando publicado por todo el pueblo. ¡No las revisaba! Copiaba y pegaba textualmente lo que yo le enviaba por escrito. 

Como era de esperar, en un pueblo pequeño como este, palabra de alcalde es palabra de Dios. Así que si aparecía en un bando, nadie lo cuestionaba, todo el mundo cumple con los bandos a riesgo de ganarse una sanción. ¿Por qué si no iba yo a saber que aquí no entienden de leyes?

¿Alguien mira los currículos de los alcaldes? Que el nuestro es panadero, de leyes y de política… no sé yo si tiene formación real y oficial (visto lo visto, lo pongo en duda, si quiere desmentirme que me lo demuestre y prometo retractarme) y eso de que sabe más… más que la mayoría de la gente analfabeta del pueblo que no ha salido nunca de aquí, seguro, pero menos que los peces gordos de los partidos políticos que los mangonean desde arriba, ojo, cuidado.

¿Alguien ha mirado alguna vez cuáles son las obligaciones y responsabilidades de un alcalde de pueblo? No los ponemos ahí para “mandar”, como piensa la mayoría, sino para garantizar y velar por nuestra seguridad, por nuestros derechos y por ocuparse de una serie de gestiones que garanticen nuestro bienestar y nuestra prosperidad como pueblo. A mí me lo enseñaron en primaria, así que no es necesario llegar a la ESO para entender cómo funciona la jerarquía en España.

Nosotros le escogemos para que nos cuide, nos proteja, nos garantice derechos y recursos, nos represente, nos de voz, nos ponga en el mapa… que existamos. ¿Qué es eso de que hay que tener miedo de un alcalde cuando lo que tiene que hacer es preocuparse por los delitos que afectan a sus votantes? 

¿Me pilláis por dónde voy? Aquí se les ha ido de las manos lo de timar a la gente. Y mira que yo le voté, le apoyé e hice campaña a su favor. Se le ha subido el mandato a la cabeza (es mi impresión, no me juzgues). No me parece muy profesional por su parte mezclar cuestiones de ego (corrígeme si me equivoco) por rencillas personales con acciones políticas y faltar por ello a su deber. ¿Se ofendería cuando le llamé la atención por darme la espalda después de todo? Pues si a uno le llaman la atención por cagarla, lo suyo es no haberla cagado, ¿o no? Al menos, no haber dado lugar a que se creara esa impresión. Todavía estoy esperando a que se digne a llamar a su votante más crítica y de la que no hace tanto en la mesa electoral de la víspera del día de marras se sentía tan orgulloso de haber convencido. Ahora da la impresión de que fue un falso, un manipulador y de que sólo me utilizó para ganar. Ya no le importa lo que podía llegar a aportar al pueblo, a su candidatura, ni las promesas que hicimos para construir mejoras juntos. Me huele a timo que tira para atrás. Y cuanto más me evita… peor, ¿o no? ¿Qué pensará el resto del mundo?

De verdad de la buena que creía en él, tenía fe, lo juro. Prueba de ello fueron las horas que pasé escribiendo aquellos proyectos que prometió presentar a la mancomunidad y que ahora nunca verán la luz. Tal era mi convicción en su persona que incluso le he dictado bandos, le he ayudado a resolver problemas y he pasado por alto algunas de sus mentirijillas; hasta le he ayudado a convencer de según qué cosas por eso de que el fin justifica los medios. Pero, ¿qué queréis que os diga? Se me ha caído con todo el equipo. O me lo explica o voy a tener que asumir que nos ha timado a todos y que ahora que se le ve el plumero y no tiene pelotas para venir a reconocerlo, pedir disculpas, hablarlo, buscar soluciones. Ni siquiera se atreve a sentarse conmigo para aclarar las cosas y sacarme de mi error, como ha hecho mil veces en el pasado (motivo por el cual antes le respetaba, era capaz de razonar las cosas y buscar soluciones hasta el punto de que es de las pocas personas a las que les he reconocido mi error y he pedido disculpas — lo siento, mamá, pero si da la cara y lo hablamos y me demuestra que estoy equivocada, sí que me retractaré y pediré disculpas públicamente—).

Lo de mandarme a los concejales (genérico literario, ni han sido todos, ni puedo decir quiénes fueron), a amigos que creían de mi confianza con capacidad de convicción o a figuras de autoridad como la Guardia Civil para advertirme de las posibles implicaciones legales que podría ejercer sobre mí motivado por el alzamiento de la voz de una votante agredida, abandonada y herida, como que no lo veo propio de alguien maduro e inteligente, no se corresponde con la imagen seria y profesional que yo tenía de este nuestro alcalde. Me ha parecido ruin, rastrero y un intento desesperado de coacción por su parte para evitar el escándalo de que haya pasado lo que está pasando en su querido pueblo. Encima a una persona que incluso le ha defendido y apoyado públicamente en televisión.

Ni diputación ni mancomunidad ni autoridad legal para tomarse la justicia por su cuenta. ¿Y recurrió al miedo? Feo. Muy feo. ¿Qué le queda? ¿La prensa comprada? ¿El escaso poder de su partido político? A ver si ahora va a resultar que también acaba excluido de ese grupo privilegiado de poder…

Si estás leyendo esto, mi queridísimo alcalde, no pierdas el tiempo luchando contra mí. Protege a tu pueblo y deja de posturear en los periódicos, que para algo te hemos votado (yo incluida), que te recuerdo que estuve sentada contigo, codo con codo, en la mesa electoral el día que ganaste las últimas elecciones. La víspera del día en que me quemaron los dos coches a la puerta de mi casa.