Menudo viaje… voy a tener que partir el post por fases ❤️❤️

El regreso

En primer lugar, tengo que decir… WOW. Ha sido flipante. Si no crees en la magia, es que no has tenido aún la suerte de conocerme.

Sobre mi estancia en la playa no voy a dar muchos datos. Las personas que tienen que saber los detalles los saben y no todas las personas que leen mi blog necesitan conocer el 100% de la historia (es lo que tiene ser consciente de que me estáis leyendo).

Lo que sí que os ofreceré en algún momento serán fotografías (total, los que me conocen ya saben que soy yo quien escribe y los que no me conocéis en persona, ya podéis ponerme cara — o cuerpo — ahora que me he convertido en persona pública).

Como comenté en el último post, sólo tenía control hasta la estación de vuelta en Chamartín. A partir de ahí, tenía que buscarme la vida para regresar a casa.

Madrid es especial. Si no has vivido nunca en un sitio así y no tienes una proyección laboral enfocada a lo que hay en Madrid, no querrías vivir jamás en una ciudad como esa. Pero si eres nómada, como yo, y has viajado toda la vida y has crecido y estudiado con personas que sí han pertenecido a la Gran Capital de alguna manera, es una ciudad compleja que puede llegar a abrazarte y amarte de la forma más extraña.

Mi primera coincidencia sucedió en el cercanías con un chico de Entrevías que cargaba con un saco enorme de cosas que no mencionaré que tenía que trasladar, casualmente, hasta un establecimiento en Delicias, justo donde (por qué iba a ser de otra manera) vive uno de mis antiguos compañeros de la uni, compi de profesión que ha desarrollado su vida laboral hasta niveles increíbles y que dos días antes, muy amablemente, me ofreció un sofá.

¿Qué contar de todo esto? Volver a colarme en el metro como una adolescente, echarnos unos refrescos debajo de la lluvia, jugar a juegos de mesa hasta las tantas, ponernos al día… y sentirme orgullosa de lo que hemos crecido. Desde el día 4 que salí de aquí hasta el día 9 que logré volver a casa no he tenido que explicar a nadie qué significan mis palabras. No tuve que contextualizar, no tuve que soportar que me mandaran callar y nadie intentó quedar por encima de mí.

Estaba en mi onda, con todo el mundo, sin distinción de sexos, edades o procedencias culturales. He aprendido mucho, muchísimo, y me he visto a mí misma de nuevo como la persona que soy y no como la persona en la que siempre han querido convertirme los ignorantes de la España misógina y profunda. Está claro cuál es el problema.

Hoy me sentía tan segura de mí misma que me apeteció mucho salir a comprar por el pueblo, primero por un lado y luego por el otro. Ambos sitios me enctantan. Me divertí con una cuadrilla de chavales que me echaban 23-27 años (hasta que un merluzo abrió la boca y se pasó de edad, pero fue más rencorcito que otra cosa). Cuando les dije mis años fue mejor aún y, sinceramente, que lleguen a mi edad con mis pintas después de haber vivido todo lo que he vivido. Otros por menos se arrugan.

Hasta que llegó el fantasma… me vio de risas con el punky y se debió de pensar que algo iban a sacarme en claro. ¿De verdad esperábais que se me fuera la lengua con el cachondeo sabiendo como sabeis quién soy y dónde estoy? Nah, con lo que habeis oído hoy teneis de sobra para conjeturar. Tal y como dije: «primero el uno, después el dos«.

No intentes hacer las paces conmigo tras empezar una guerra que no puedes ganar, cariño. El viaje de esta semana es el motivo por el que me quemaste los coches, tú lo sabes, yo lo sé, todos lo sabemos. Conforme va avanzando el tiempo, la guerra va llegando al punto al que tiene que llegar.

Recuerda: entre morir y matar, MATAR SIEMPRE. ¿Somos guerreros o somos cobardes?

Yo ya he muerto muchas veces, ¿cuántas has muerto tú?